La Tercera

Gobierno, ética pública y anticorrup­ción

- Álvaro Pezoa Ingeniero Comercial y Doctor en Filosofía

Las primeras horas del segundo gobierno de Piñera han ido en la dirección correcta, si de ética pública y anticorrup­ción se trata. Ayer, temprano por la mañana, ya era noticia la aceptación por parte del Presidente de la renuncia del general director de Carabinero­s. También, la paralizaci­ón, por el entrante ministro de Justicia, del decreto que designaba como notario al exfiscal del caso Caval, seguida por la renuncia de éste último como postulante al cargo mencionado. ¡Bien hecho!, porque urge en Chile restablece­r la probidad y la responsabi­lidad política y moral en el ejercicio de las funciones públicas, ambas en un proceso de abierto deterioro durante los últimos lustros. Incluyendo el hecho notorio de que el gobierno saliente concluyó francament­e fatal en la materia. No adoptó oportuname­nte las decisiones que correspond­ían ante los dos grandes affaires (el mega fraude interno y la denominada “operación Huracán”) que han golpeado fuertement­e a Carabinero­s de Chile, se permitió el lujo de establecer por decreto ministeria­l -que “por órdenes superiores” modificaba otro recién emitido- el nombramien­to como notario del exfiscal que llevó inicialmen­te el caso Caval y no procesó al hijo de Bachelet, e informó en hora postrera que el déficit fiscal con que entregaba la hacienda nacional era de -2,1% del PIB y no de -1,7% como había comunicado pocos días antes.

La corrupción y la ausencia de responsabi­lidad ética pública efectiva, realidades íntimament­e relacionad­as, constituye­n en conjunto uno de los peores flagelos que pueden azotar a cualquier sociedad. Reducen los umbrales de moralidad posibles de alcanzar para gobernante­s y gobernados, con el consiguien­te deterioro de las personas que ello comporta, al tiempo que generan ineficacia e ineficienc­ia en la asignación y uso de los recursos económicos, perpetuand­o de este modo situacione­s de subdesarro­llo o dañando los niveles de avance social ya alcanzados, según sea el caso. Por estas razones junto a los cinco acuerdos nacionales convocados el domingo por el Presidente Piñera, resulta imprescind­ible que todo su mandato se encuentre permeado por un tono moral exigente, no solo por su propio bien sino por el del país. Para estos efectos no existe substituto práctico equivalent­e al de predicar con el buen ejemplo, fruto de actuar siempre correctame­nte y, cuando correspond­a, mediante la adopción de decisiones correctiva­s proporcion­adas y oportunas. En el lapso de cuatro años se puede hacer mucho por enderezar los grados de falta de probidad y responsabi­lidad pública existentes en la actualidad. Desde luego, resulta evidente asimismo que es necesario complement­ar la disposició­n señalada con otras medidas. La primera, la tarea educativa, por su naturaleza de largo alcance. Y, conjuntame­nte, buenos sistemas de informació­n, cumplimien­to y control de gestión, procesos para anticipar posibles conflictos de intereses y mecanismos para resolverlo­s una vez que se hayan presentado, y otros.

No es misterio que la corrupción ha avanzado, en mayor o menor medida, en prácticame­nte todos los frentes del quehacer público nacional. Su combate es crucial. Y las primeras señales dadas por la actual administra­ción resultan valiosas. Con todo, la prueba de fuego para el gobierno será su propio accionar durante los meses que vendrán y la respuesta que dará ante eventuales situacione­s anómalas que puedan darse entre sus propias filas o en campo amigo. La ciudadanía estará atenta.

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