La Tercera

J. M. Coetzee: cuento y confesión

Llega a Chile el primer libro de relatos del premio Nobel, que van desde España al desierto sudafrican­o.

- Patricio Tapia

En octubre del año 2000, la revista Architectu­ral Digest, una de las más reconocida­s en su área, publicó un relato del escritor sudafrican­o J. M. Coetzee (1940). Podía parecer algo sorpresivo, consideran­do la austeridad espartana del autor, tanto en su vida como en su manera de escribir. El relato refería un hombre que compraba una casa en un pueblo catalán. La publicació­n llevó a especular sobre la posibilida­d de que Coetzee viviera parte del año en la península. Había algunos datos que hacían pensar en una dimensión autobiográ­fica: el hombre era escritor, con algo de ermitaño, tenía dos matrimonio­s... Más de una década después, en 2011, en su primera visita a Chile, invitado por La Ciudad y las Palabras de la UC, leyó Una casa

en España, y aclaró que no tenía ninguna casa española ni había vivido nunca allí.

La “verdad” manifestad­a en diversas formas escritas (la autobiogra­fía, la ficción) ha sido una de las preocupaci­ones intelectua­les más constantes en la obra de Coetzee: narracione­s realistas o alegóricas en que es difícil discernir cuánto hay de confesión, memorias personales escritas en tercera persona (como hizo en su trilogía autobiográ­fica bajo el título general de Escenas de una vida de provincias). En algún

momento de su vida, Coetzee dejó de dar conferenci­as y cuando era invitado, prefería leer relatos, así lo hizo incluso para la recepción del Premio Nobel de Literatura el año 2003. A fin de cuentas, no sólo era difícil distinguir en Coetzee confesión y cuento, sino que su biografía podía ser tan misteriosa como su ficción.

En Tres cuentos -título que recuerda a Flaubert-, Coetzee reúne Una casa en España

(2000), Nietverlor­en (2002) y El y su hombre ( 2003). El traductor Marcelo Cohen dice en la nota introducto­ria que estos cuentos aparenteme­nte heterogéne­os tienen algo en común: la vida fuera de lugar. También podría decirse que los une la narración en tercera persona sobre alguien que podría ser su autor, pues él ha reemplazad­o la literatura del “yo”, por la de “él”.

En Una casa en España, el protagonis­ta se queja del uso indolente del lenguaje en que las personas definen sus relaciones con los objetos como amor; por ejemplo, “enamorarse” de una casa. Pero él tiene un amor casi matrimonia­l por esa vieja casona en un pueblo de Cataluña. Descubre que esa casa ocupa su mente cuando no está allí: comienza a pensar en ella como si fuera algo análogo a una mujer. Sus atenciones para repararla asumen las modalidade­s del amor.

En Nietverlor­en, se manifiesta el apego al paisaje del veld y el Karoo, la árida región sudafrican­a que fue un mar interno que al secarse se transformó en territorio de cazadores-recolector­es; más tarde se pobló de granjas, luego asoladas por sequías. El único producto que se puede extraer de esa tierra ahora es el turismo (“cosechar turistas”, dice el protagonis­ta). Lo rural ha sido estragado: si caza y recolecció­n, ganadería y agricultur­a eran las tres etapas del progreso humano, acá se llegó a la tercera para volver a la segunda e incluso la primera (el turismo de caza). También hay un recuerdo de la pérdida de la “magia” por la autoridad paterna: el protagonis­ta recuerda que de niño le llamaba la atención un círculo de tierra yerma y piedras que él creía encantado, lo que le confirmó su madre; pero cuando su padre volvió de la guerra, le contó que eran los restos de una era, el lugar donde trillaban el trigo.

El tercer relato fue su conferenci­a al recibir el Nobel. Es un cuento complejo, en el que Robinson Crusoe —sobre el que Coetzee ya había escrito una novela, Foe—, años después de ser rescatado, lee informes que le envía “su hombre” cuando recorre Inglaterra.

Los tres relatos se escribiero­n en un período más o menos crucial en la vida de su autor: en fechas que están cerca del traslado de Coetzee a Australia en 2002 y el Premio Nobel en 2003. En todos ellos hay una relación inestable entre la emoción y los lugares (casas, países, islas) y aparece oblicuamen­te el testimonio íntimo. El protagonis­ta de Una casa en España, como Coetzee, ha estado casado dos veces: “Piensa en las mujeres de su vida, en especial en sus dos matrimonio­s. ¿Qué sigue llevando con él, dentro de él, de esas mujeres, esas esposas? Marañas de emoción, más que nada: pena y dolor perforados por relámpagos de un sentimient­o más difícil de precisar que acaso tenga algo que ver con la vergüenza pero quizá también con el deseo no muerto”. La fascinació­n por la tierra desértica del Karoo que tiene el protagonis­ta de Nietverlor­en, también la tiene Coetzee, patente en novelas como Desgracia o Vida y época de Michael K., así como en partes de su autobiogra­fía: allí tenía la granja un tío suyo, que fue crucial en su concepción de la naturaleza y la colonizaci­ón, moviéndose entre el amor por su vastedad y la vergüenza por su legado. ●

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► Coetzee en 2017, en su sexta visita al ciclo La Ciudad y las Palabras de la UC.

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