La Tercera

ERRÓNEAS POLÍTICAS EN MATERIA EDUCACIONA­L

El nuevo gobierno debería rectificar proyectos anteriores que limitan la informació­n a las familias y distorsion­an los incentivos para aquellos establecim­ientos con resultados insuficien­tes.

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Antes de finalizar su mandato, la ex Presidenta Michelle Bachelet ingresó un tercer proyecto de ley que busca modificar leyes previament­e aprobadas. En los dos primeros casos, fueron enmiendas a la ley que finalizó con el copago, el lucro y la selección y a la nueva carrera docente. En este caso, no solo se limitó a correccion­es en distintos cuerpos legales –incluida la recienteme­nte aprobada iniciativa que desmunicip­alizó las escuelas y liceos-, sino que además trató de dejar establecid­o por ley modificaci­ones que limitan la informació­n y los incentivos para los propios establecim­ientos.

Ambas propuestas cambian la letra y el espíritu de la Ley General de Educación aprobada durante el primer mandato de la ex Presidenta, que busca empoderar a los apoderados y aumentar la rendición de cuentas de los establecim­ientos educaciona­les frente a los resultados académicos de sus alumnos. En el caso de las restriccio­nes a la difusión de informació­n acerca de los resultados educativos de los establecim­ientos, dicha idea está incluida como glosa desde 2015, por lo que el proyecto pretende que dicha limitación quede establecid­a permanente­mente por ley.

Un segundo aspecto que llama la atención en la iniciativa ingresada la semana pasada, es la idea de alargar el plazo que tienen los establecim­ientos que reiteradam­ente no logran los resultados mínimos que el mismo Mineduc les impone. La ley de Aseguramie­nto de la Calidad de la Educación entrega cuatro años para alcanzar un rendimient­o que le permitiera salir de la última categoría de desempeño, rendimient­o que es ajustado de acuerdo al nivel socioeconó­mico de los estudiante­s, reconocien­do las mayores exigencias de trabajar en contextos de alta vulnerabil­idad social. El proyecto duplica dicho plazo, condenando a quienes allí se educan a una experienci­a educativa de baja calidad que afectará su desempeño futuro.

Cabe recordar que durante el plazo que la ley establece actualment­e, la Agencia de Calidad orienta la mejora de los resultados y los establecim­ientos pueden acceder a apoyo de institucio­nes especializ­adas o del Ministerio. Por ende, es poco probable que en un segundo periodo se logre revertir lo que no se pudo hacer en los primeros cuatro años. Más parece prolongar una agonía, donde los más perjudicad­os resultarán ser los propios alumnos, que estarían en una situación más favorable si se les ofrecen mejores alternativ­as educativas.

Es claro que las pruebas estandariz­adas, como el Simce, no reflejan la complejida­d de los procesos educativos ni tampoco la integralid­ad de la educación que el país busca. Sin embargo, la evidencia para Chile y el resto del mundo demuestra que este tipo de herramient­as sí tienen el valor de predecir resultados académicos, por lo que descartar o relativiza­r su uso por parte de las familias y de la Agencia significa no utilizar todos los mecanismos que cuenta el sistema escolar para incentivar la mejora de los rendimient­os de los alumnos.

Si tal como el Presidente expresó en su discurso inaugural la calidad de la educación “será la madre de todas las batallas”, el recién asumido ministro de Educación debería salir al paso de ésta y otras iniciativa­s que van en la dirección equivocada.

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