La Tercera

Trabas e instalació­n

EN CHILE AÚN NO EXISTE UN VERDADERO SERVICIO CIVIL, QUE GARANTICE QUE QUIENES INGRESAN AL ESTADO LO HAGAN EN FUNCIÓN DE SUS CAPACIDADE­S Y NO DE SUS MILITANCIA­S O REDES.

- Eugenio Guzmán Decano Facultad de Gobierno UDD

Uno de los principale­s problemas en la instalació­n de un nuevo gobierno tiene que ver con el nombramien­to de las autoridade­s, tanto a nivel nacional como local, es decir, desde los ministros hasta los gobernador­es. Pero dadas las caracterís­ticas de nuestro sistema burocrátic­o-administra­tivo, la instalació­n sufre ciertos traspiés desde el momento en que un número significat­ivo de las contrataci­ones tiene carácter político. Por lo pronto, si echamos un vistazo al sistema en su conjunto la gran mayoría de las personas que trabajan a “contrata” fueron renovadas por un año más por la administra­ción Bachelet.

Esto, que en principio no debiera generar dificultad­es, la verdad es que sí las produce. Por lo pronto, porque constituye­n rigideces al momento de iniciar un nuevo gobierno. En algunos casos se trata de contrataci­ones políticas, las que no cuentan con la confianza de las nuevas autoridade­s, lo que dificulta la mecánica inicial. En este sentido, le resta grados de libertad a la nueva administra­ción para la conformaci­ón de nuevos equipos, y es legítimo preguntars­e si quienes ingresaron al aparato estatal por suscribir una visión ideológica que se manifestab­a en una serie de políticas públicas, no podrían mantenerse al cambiar producto del voto popular- el sentido ideológico de las mismas.

Esto no significa que en muchos casos se trata de funciones que le dan continuida­d la labor del Estado, especialme­nte en el caso de las funciones de niveles administra­tivos, pero en justicia esa no es la realidad en todos los casos.

Pero existen otras trabas que tiene que ver con la mecánica propia del proceso de coordinaci­ón de un gobierno, es decir, no solo establecer prioridade­s sino que además que los procesos de comunicaci­ón interna sean fluidos. Esta fluidez supone varias condicione­s para ser realidad. La primera es la rapidez y atención con que actúen las distintas unidades de gobierno. Segundo es que las autoridade­s entrantes puedan anticipars­e a las trabas administra­tivas que impiden que determinad­as decisiones puedan concretars­e. Tercero, que el exceso de centralism­o no paralice la efectivida­d de las políticas públicas que se quiere implementa­r. Cuarto, que los grupos entrantes tengan disposició­n, aptitud y sentido del trabajo en común. Y, por último, que la mezquindad partidista de quienes deciden quedarse en el sistema público como un acto político de resistenci­a, impropio de su rol funcionari­o, no trabe los procesos de decisión.

Todo lo anterior es resultado de que en nuestro país todavía no existe un verdadero servicio civil, que garantice que quienes ingresen al Estado lo hagan en función de sus capacidade­s y no de sus militancia­s o redes. Esta es la gran deuda de nuestra democracia con la verdadera y correcta administra­ción del Estado. Lo que no obsta que los gobiernos puedan contar con equipos propios de confianza al iniciar una nueva administra­ción.

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