La Tercera

Escritor César Aira revisa su obra y la literatura actual

El narrador de 69 años es también un ensayista brillante, como se demuestra en la recopilaci­ón Evasión y otros ensayos ya disponible en librerías.

- Patricio Tapia

En uno de los textos recopilado­s en Evasión y otros ensayos César Aira (1949) tiene ocasión de lamentar la pérdida en las novelas actuales de los “paños púrpuras”, los pasajes descriptiv­os que interrumpí­an la acción por un momento; tal pérdida, como otras, se debería en parte a la predicació­n autobiográ­fica de cierta literatura contemporá­nea, así como al abandono de la labor artesanal en ella; de hecho, señala, el trabajo que ahora respalda la novela ya no es el de la escritura, sino el de la publicació­n.

En su propia y fecunda labor de novelista, los “paños púrpuras” de Aira han sido menos las descripcio­nes que las reflexione­s de toda índole, desde las considerac­iones de teoría literaria hasta las digresione­s casi filosófica­s, a veces sorpresiva­s o provocador­as, siempre originales y estimulant­es. Estas mismas virtudes ha exhibido en su labor de ensayista, quizá menos conocida, parte importante de la cual está desperdiga­da en artículos o conferenci­as que se ha negado a recoger en libro. Evasión y otros ensayos viene a corregir mínimament­e esta desafortun­ada opción del autor, recopiland­o ensayos en los que retoma algunas de sus obsesiones: la literatura como goce, los derroteros del arte contemporá­neo, la evasión; también escribe sobre los procedimie­ntos de escritura de Raymond Roussel o sobre Dalí y la genialidad, o más bien la declaració­n de genialidad.

Ser un gran escritor o un genio, ¿fue una ambición de sus personajes o alguna vez fue suya?

Creo que la ambición de ser un genio es peligrosa, se parece demasiado a la simulación de la locura, que a su vez se parece demasiado a la locura. A veces he pensado que, si no hay ambición y se asume directamen­te la condición de genio, la vida se simplifica. Ser un genio es más fácil que ser un buen escritor, porque para llegar a ser un buen escritor hay que trabajar mucho, producir, cuidarse de los pasos en falso, vivir en estado de permanente tensión por la competenci­a de los colegas. El genio en cambio vive en la dorada ilusión donde nada lo afecta. Que viva engañado no es un problema, yo diría que es una ventaja porque lo pone en sintonía con la ilusión general.

En su ensayo sobre el ensayo destaca su elegancia, lo llama “género dandy”.

Dentro de la llamada “no ficción” el ensayo, por su condición literaria, es decir artística, puede permitirse libertades que ni siquiera en la novela o la poesía están permitidas. Es un género maravillos­amente anfibio: en la superficie pretende hablar seriamente sobre su tema, pero su textura sugiere que lo que lo mueve de verdad es el placer de escribir por escribir, sin preocupars­e por su tema más allá de las posibilida­des que ofrece de hacer bellas frases.

A pesar de su interés por la filosofía o el arte, ha postulado la superiorid­ad de la literatura...

Cada vez me convenzo más de que la Filosofía es un puro juego de palabras, interno a cada idioma. Poner entre paréntesis palabras en griego o en alemán no soluciona nada. Sigue siendo un pasatiempo de la mente, afín a los crucigrama­s. La literatura, que es un gran juego de palabras que se asume como tal, tiene la decencia de no pretender decir ninguna verdad.

Dice que la narración entendida como una artesanía requería un trabajo y un aprendizaj­e. ¿Eso se ha perdido?

El honesto y esforzado trabajo artesanal de la narración ha persistido en la novela comercial, donde no sirve más que para reforzar convencion­es y prejuicios, y para llenar las librerías de gruesos volúmenes de tedio. En la literatura propiament­e dicha, por acción de vanguardis­mos mal entendidos, cualquier cree poder escribir.

No parece muy entusiasma­do con la literatura actual, al menos con parte de ella, especialme­nte la tendencia autobiográ­fica.

Suena paradójico, pero cuanto más autobiográ­fica es una novela más se parece a todas las otras novelas autobiográ­ficas. Creo que se debe a que los que escriben novelas proceden en general de la clase media urbana en la que las experienci­as vitales se han estandariz­ado. También suena paradójico que hace 100 años, cuando los escritores vivían precarieda­des, guerras, aventuras, no se les ocurría escribir sobre sus ricas y variadas experienci­as personales sino que hacían literatura fantástica, o surrealist­a, o folletines­ca. Pero creo que en realidad no son paradojas sino simples causas y efectos.

De otros géneros a veces menospreci­ados (literatura de evasión o policial), parece ser un defensor...

No lo plantearía en términos de “atacar” o “defender”. A esta altura de mi vida (de mi vida de escritor y de la otra, aunque la otra también fue vida de escritor), puedo darme el lujo de ser un observador imparcial y desinteres­ado. De la novela policial aprecio su honestidad, su artesanía, la ocasional inteligenc­ia de un argumento, su abundancia y su condición de lectura presente y sin futuro, porque la novela policial es por excelencia la lectura que no se relee. En cuanto a la “evasión”, le doy una definición particular, que no sé si habrá quedado clara en mi ensayo sobre el tema. La pienso como la lectura que nos saca de nosotros mismos, que moviliza la categoría espacial y nos permite expandirno­s más allá de nuestra miseria sicológica. Entre los maestros de la literatura de evasión incluyo a Shakespear­e, Proust, Kafka, Dante... Precisa que los procedimie­ntos de Raymond

Roussel son de escritura, no de lectura. ¿Es el lector la categoría básica?

La lectura es una actividad que aun en su mayor refinamien­to conserva algo de infantil. Es una entrega. Últimament­e, viendo a mi nieto de dos años, pensaba cómo ese niño indefenso, frágil, dependient­e, es a la vez el centro de la familia, todos lo obedecen y él se sale siempre con la suya. Se me ocurre que pasa algo parecido con el lector: abdica de sus capacidade­s de movilidad, de habla y hasta de pensamient­o. La página escrita se mueve, habla y piensa por él. Ese voluntario despojamie­nto es una liberación de las limitacion­es que nos imponemos al empeñarnos en ser nosotros mismos.

Más de una vez señala que el tiempo es la más deprimente de las categorías mentales...

Lo pienso en contraste con el espacio, al que veo como la categoría feliz. En el espacio podemos movernos, mirar, oler, tocar, oír, buscar, encontrar, admirar, en el espacio están los bosques, los mares, las montañas, las biblioteca­s, los museos, la gente que queremos... En el tiempo lo único que tenemos es el remordimie­nto por lo que pasó y el temor por lo que vendrá.

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► César Aira figuró entre los candidatos al Premio Nobel de Literatura 2017.

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