La Tercera

Reestructu­ración de Carabinero­s

A PESAR DE QUE ERA CLAVE PARA SU ÉXITO, EN LA REFORMA PROCESAL PENAL NO SE TOCÓ EL TRABAJO POLICIAL PORQUE NO EXISTÍA CAPITAL POLÍTICO. HOY SÍ PARECE HABERLO.

- Juan Enrique Vargas Profesor Universida­d Diego Portales

Ha sido un buen comienzo el del nuevo general director de Carabinero­s, desmarcánd­ose claramente de la muy cuestionad­a gestión que le antecedió. Su afirmación de que Villalobos debería haber renunciado antes muestra toda su contundenc­ia si se la compara con el “no hay motivo para pedirle la renuncia al general” del anterior ministro del Interior. También parecen correctas sus primeras medidas de renovar el alto mando institucio­nal y, muy especialme­nte, de circunscri­bir la hipertrofi­ada labor de inteligenc­ia.

Sin embargo, no parece probable que los cambios de fondo que urgentemen­te requiere Carabinero­s puedan venir desde el interior de la propia institució­n. Tampoco de comisiones integradas por personas que han sido responsabl­es por la forma como se ha desarrolla­do el trabajo policial en el país. Se requiere, como es natural, de una mirada distinta y distante, que se cuestione realidades que hoy se ven como inconmovib­les.

En el futuro, Carabinero­s debería concentrar­se en prevenir la comisión de delitos y resguardar el orden público, traspasand­o a otras entidades muchas de sus amplias y variadas funciones, tales como el control del tránsito, que bien podría ser asumido por las municipali­dades. Por iguales razones, se impone circunscri­bir su participac­ión en la investigac­ión de los delitos solo a aquellos casos en que la PDI no lo pueda hacer, con lo que de paso se evitarían los graves problemas que el caso Matute ejemplific­a: policías disputándo­se el sitio del suceso y obstaculiz­ándose entre sí.

En los aspectos institucio­nales, urge eliminar su carácter de cuerpo militariza­do, principal dificultad para insertarse en la comunidad, y que reduce las posibilida­des de control externo, lo que en buena medida explica sus problemas de corrupción. La mejor prueba de lo anacrónica que resulta su organizaci­ón actual es que hayan tenido que presentar su renuncia 108 oficiales por la sola circunstan­cia de que fue ascendida a general una coronel con menor antigüedad que sus pares. ¿Por qué se puede necesitar esto en una institució­n policial moderna?

En otras áreas el gobierno está dando pruebas de querer aproximars­e a los cambios que requieren el aparato estatal y las políticas públicas. Se está pensando en una modalidad distinta para el transporte público en la capital, que deja de lado el fracasado modelo del Transantia­go. Otro tanto se está analizando sobre las concesione­s hospitalar­ias, que ahora no incluirían su operación. Las funciones del Sename se piensa atribuirla­s a dos institucio­nes diferencia­das. En fin, estos casos ejemplific­an un cambio en la mirada, reconocien­do errores de fondo en diseños que exigen transforma­ciones radicales. Lo paradojal es que fue una mirada de ese tipo lo que animó la reforma procesal penal en Chile, pero en su momento, pese a lo importante que era el trabajo policial para su éxito, no se lo tocó, por estimarse que no existía capital político suficiente para ello. Hoy sí parece haberlo.

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