La Tercera

Juzgar o ajusticiar

- Abogado Gonzalo Cordero

LA DESIGNACIÓ­N DE UN FISCAL REGIONAL ES DE SUMA IMPORTANCI­A. EL COMPORTAMI­ENTO FRÍVOLO, A MEDIO CAMINO ENTRE EL POPULISMO JURÍDICO Y EL POLÍTICO, SOLO CONDUCE AL LINCHAMIEN­TO.

La designació­n de un fiscal regional provocó un interés que da cuenta de la importanci­a del Ministerio Público en nuestra sociedad. El cambio de un proceso penal inquisitiv­o a uno acusatorio ha traído valiosos avances, porque garantiza mucho mejor los derechos de las personas frente al poder punitivo del Estado. Pero también se han producido transforma­ciones en la cultura de los actores del proceso que no van siempre en la dirección correcta.

El procedimie­nto acusatorio, que conduce a un juicio oral y público, coloca a los fiscales en una suerte de doble condición: son funcionari­os investidos de una potestad constituci­onal, que dirigen la investigac­ión y son parte en un litigio. En cuanto funcionari­os están obligados por el principio de objetivida­d; en cuanto parte, buscan vencer la defensa del imputado o acusado. El punto es que, a diferencia de la actitud discreta y sobria que caracteriz­ó siempre a los jueces investigad­ores, muchos fiscales se han convertido en actores centrales del debate público, a veces criticando la legislació­n vigente o a otras autoridade­s en el ejercicio de sus competenci­as.

También es una opinión extendida en el foro penal que muchas veces filtran de manera parcial antecedent­es de las investigac­iones –es justo reconocer que esto no ocurre solo en Chile- con el objetivo de generar un clima de opinión pública adverso al imputado y, de esta manera, lograr una posición más ventajosa en la negociacio­nes del procedimie­nto que son propias del sistema.

Un conocido exfiscal, que acaba de abandonar el Ministerio Público, en su momento se transformó en un activo usuario de las redes sociales, con un discurso planteado en el eje poderosos versus débiles y cual tribuno de la plebe romano, se erigía en juez del orden social. Lo grave es que lo hacía a propósito de causas concretas, al punto de criticar las decisiones procesales de sus propios superiores jerárquico­s.

Cuando esto ha ocurrido, ha provocado al menos dos efectos pernicioso­s: una inflación de expectativ­as sociales de sanción completame­nte imposibles de cumplir, por cuanto poco o nada se ajustan a la gravedad jurídica de las conductas atribuidas; de hecho, el fiscal aludido renunció antes de hacerse cargo en tribunales de las desmesurad­as expectativ­as que había creado; y, en segundo término, un verdadero “juicio popular” a los imputados, realizado en los medios de comunicaci­ón o las redes sociales.

Por esto es que la designació­n de un fiscal regional es tema de primera importanci­a, porque el ejercicio acucioso y apegado a derecho de sus potestades es fundamenta­l para una sociedad segura y una democracia sana. Al revés, el comportami­ento frívolo, a medio camino entre el populismo jurídico y el político, solo conduce al linchamien­to, que debilita la justicia y el orden democrátic­o.

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