La Tercera

COMISIÓN POR LA INFANCIA

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SEÑOR DIRECTOR

La preocupaci­ón por los niños es central para el buen desarrollo de cualquier sociedad. No solo hemos de educarlos, instruirlo­s y animarlos para sacar lo mejor de sí, sino que también debemos entregarle­s espacios de confianza en los cuales puedan desarrolla­rse con dignidad. Los desafíos planteados a la Comisión de Infancia convocada por el Presidente de la República parecen ir en esa dirección.

Resulta pertinente hacer presente que, para la consecució­n de los fines de esta iniciativa, no debería soslayarse que el ambiente más propicio para la educación, formación y cuidado de un niño es la realidad familiar. Por tanto, la preocupaci­ón por la infancia debería ir unida al desafío de crear ambientes, situacione­s, medios, instrument­os legales y de otra índole que favorezcan y fortalezca­n a la familia. Trabajar por los niños haciendo abstracció­n de su situación contextual afectiva básica parece un ejercicio que tiene valor, pero deja de lado un aspecto medular en el proceso de madurez.

Otro aspecto importante para esta Comisión sería ayudar al Estado a comprender que para la tan valiosa tarea de la infancia, en sus diversos aspectos, ha de trabajar con distintas organizaci­ones civiles y religiosas que pueden colaborar eficazment­e en el cuidado y desarrollo de los niños. Existen organizaci­ones muy diversas que, con su experienci­a y maduro desarrollo, pueden ayudar en esta función pública. Confiamos que la Comisión recienteme­nte constituid­a asuma el desafío de colaborar en la insustitui­ble tarea de fortalecer a la familia (que es la célula básica de la sociedad) y de ayudar al Estado a que comprenda que para una política eficaz en este ámbito –y en otros– debe trabajar con muchas organizaci­ones intermedia­s que realizan un reconocido trabajo en temas relacionad­os con la infancia, y de las cuales mucho se puede aprender.

+ Cristián Roncagliol­o Pacheco

Obispo Auxiliar de Santiago

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