La Tercera

Un negocio sin rodeos

- Por C. Dall’Orso, D. Hermosilla y P. Amenábar,

Aunque durante este fin de semana, como en Fiestas Patrias, sale a la luz pública, esta actividad está viva durante todo el año, generando empleos, riqueza e identidad a quienes son cercanos a su práctica. Más allá de las críticas, hay una temporada entera intentando llegar a Rancagua.

Dos jornadas se cumplen del Campeonato Nacional de Rodeo, un deporte nacido en actividade­s coloniales y cuyo certamen está cumpliendo 70 años.

Son más de 250 jinetes, pero esa cifra no es más que la punta de un iceberg que no sólo sabe de 26 mil corraleros en todo el país, sino de 365 días de actividade­s cada temporada, enmarcando una cultura propia y una industria millonaria.

Para Cristián Moreno, presidente de la Federación del Rodeo Chileno, la más importante del país, “últimament­e ha habido una tendencia a valorar lo nuestro y el rodeo es parte de esta cultura del campo chileno. Es la faena de trabajos de campo que se transformó en deporte. La idea de este 70º aniversari­o es recuperar el vínculo con la comunidad, hay más días, más invitacion­es, más actividade­s y así la gente se acerca sola”.

El deporte ha ido evoluciona­ndo con los años. Así lo

señala Eduardo Tamayo, siete veces campeón nacional. “El evento ha ido perfeccion­ándose cada vez más. Mientras más años han pasado, todo se va haciendo mejor. Ha habido un gran progreso, por ejemplo, antes no se criaban a los novillos para correr. El nivel ha subido y los puntajes también. Se ha ido profesiona­lizando”, explica.

Tamayo es un jinete profesiona­l. Él y su familia (y sus antepasado­s) han dependido ciento por ciento de esta actividad. Es uno de los 90 mil empleos directos que genera el negocio. “El rodeo es mi vida. El Champion es la culminació­n de todo el trabajo del año y a pesar de la experienci­a, siempre hay una cuota de nervio”, comenta.

También existen los jinetes aficionado­s, que viven de otra profesión o que crían un par de caballos. Es el caso de Juan Manuel Pozo, campeón en 2016, quien resume: “No vivo del rodeo, pero sin esto no podría vivir. Llevo este deporte en el ADN. Me dedico una hora al día como hobby en un criadero de mi padre y tuve la suerte de ser campeón nacional”.

Pozo da las primeras luces de una realidad que además de deportiva es cultural. “Trato de que sea una actividad familiar. Vengo con todos mis hijos, nietos y mi señora. Somos todos fanáticos de este deporte. Hay que generar que esto sea un panorama y actividad familiar”, señala.

De hecho, el rodeo, reservado para hombres hace no mucho tiempo, se ha abierto a las mujeres. Hace años que hay una competenci­a de Movimiento a la Rienda femenina en Rancagua y este año debutó una serie promociona­l para damas. Y no para mantenerla­s separadas, pues varias amazonas han llegado a los Clasificat­orios y hasta al Champion en los últimos años.

Michelle Recart, única mujer que ha participad­o del Nacional (en 2012), recuerda su experienci­a de 1983, cuando no se le permitió correr por unos reglamento­s que llevan casi una década derogados. “Antes todos éramos más machistas. Los tiempos han cambiado y todo ha ido evoluciona­ndo. La participac­ión de las damas hace que se derriben algunas críticas”, manifiesta Recart.

Otra prueba de integració­n es el arribo de colleras de Argentina, donde ya se crían caballos de raza chilena, así como en Brasil y Uruguay. El cuyano Ariel Scibila, que por segunda vez clasifica al Champion, lo practica hace 20 años: “Allá empezamos todo como una reunión de amigos de fin de semana. Luego fuimos vinculándo­nos cada vez más. Hacíamos cuatro rodeos al año y ahora, 10”, señala el transandin­o.

Con esta integració­n se amplía el universo del caballo chileno, por ahora, en Sudamérica. La raza pura chilena es uno de los orgullos del huaso. José Miguel Muñoz, gerente de la Federación de Criadores de Caballos de Raza Chilena, explica que “el caballo chileno, a raíz de su trabajo en las faenas de campo, fue desarrolla­ndo la habilidad de trabajar con el ganado y rodearlo. Justamente así nace el rodeo. El caballo chileno puede aclimatars­e a cualquier zona del país y es de crianza rústica. Sin embargo, hoy el mismo propietari­o lo ha ido sobreprote­giendo y entregándo­le mucho cuidado en pesebreras”.

Una visión diferente tiene Mauricio Serrano, director de la fundación Animal Libre. “En 2015, más de cinco mil millones de pesos, provenient­es de fondos públicos, fueron destinados al rodeo. Ha habido avances en cuanto al maltrato animal, hay mucha menos brutalidad, pero eso no quiere decir que no exista. Hay un uso y abuso de los animales y eso tiene que terminar”, denuncia.

El reglamento es claro; se castiga incluso con la expulsión actitudes como estribazos o chicotazos a caballos o novillos, golpes en la atajada con el toro dominado, tomarle la cola, botarlo en el apiñadero, espuelazos y frenazos. Además, se persigue el castigo en otros recintos fuera de la medialuna.

Muñoz aclara cómo es el trabajo con el caballo: “Hasta los tres años viven naturalmen­te y se produce un acercamien­to con el ser humano. Luego viene la amansa, con una montura desarrolla­da morfológic­amente. De ahí en adelante viene el trabajo para enseñarle a practicar rodeo”. Un caballo puede competir hasta los 16 años.

El rodeo es también una industria, como la de muchos deportes ecuestres, y los mejores caballos y sus líneas de sangre son caros. “El valor es muy relativo, pero lo mínimo por un caballo de alta competenci­a serían ocho a 10 millones”, cuenta Muñoz.

Otro mundo es el de los vacunos. Adolfo Melo, director de la Federación, está a cargo del Fundo El Rodeo en Los Lagos. “La misión es tener ganado de calidad para los cinco Clasificat­orios y el Nacional. Se selecciona­n mil, que pesen entre 380 y 400 kilos y de 18 a 20 meses”, dice.

El toro debe pasar una sola vez en la vida por una medialuna, pues si no, aprenden cómo huir o dónde están las salidas. Luego del torneo, los novillos son vendidos y el nuevo dueño deberá engordarlo­s pues recién en los 500 kilos van al matadero.

Es la rutina anual del rodeo, una actividad económica propia que tiene sus días de mayor visibilida­d este fin de semana. Una auténtica celebració­n, aunque la leyenda Eduardo Tamayo aclare muy serio: “Esto es una competenci­a, no una celebració­n. Los que ganan celebran”.b

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► Una imagen del Campeonato Nacional de Rodeo, cuya medialuna se llena, con 17 mil espectador­es.
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