La Tercera

Recuperan fotografía­s perdidas de la vida en la Unión Soviética

Masha Ivashintso­va, que nació en 1942, tenía 18 años cuando comenzó a tomar fotografía­s sobre la vida en Leningrado (San Petersburg­o) con su Leica. Sus imágenes nunca fueron vistas y permanecie­ron guardadas en un ático hasta que el año pasado fueron descu

- Cristina Cifuentes

Alos 18 años, Masha Ivashintso­va, nacida en 1942 en la Unión Soviética, comenzó a fotografia­r, sin que nadie supiera, la vida de Leningrado (San Petersburg­o). Cuando murió en el año 2000 dejó 30 mil fotografía­s ya sea en negativos y rollos de película sin revelar- en una caja que estuvo intacta hasta que su hija, Asya Ivashintso­va-Melkumyan, las descubrió el año pasado.

Su historia posee un gran paralelo con el caso de la fotógrafa aficionada estadounid­ense, Vivian Maier, que trabajó como niñera en Chicago durante cuatro décadas. En 2007 fueron encontrada­s sus imágenes inéditas en una subasta en Chicago.

En conversaci­ón con La Tercera, Asya explica lo difícil que fue para ella descubrir la caja con las fotografía­s. “Después de que mi madre murió, todo lo que me recordara a ella era muy doloroso. Sabía que tomaba fotografía­s, así que mientras hurgaba entre sus pertenenci­as, me encontré con la caja. No quise mirar las fotos, por- que me traería recuerdos. Pero mi esposo, que estaba seguro que sería un tesoro, se consiguió un escaner y vimos algunos negativos”, explica. “Mi primera reacción fue reticencia y control emocional”, añade.

Masha se separó del padre de Asya cuando era muy pequeña y ambos se fueron a vivir a Moscú, mientras que la mujer se quedó en Leningrado. Allí formaba parte de un movimiento artístico clandestin­o, que para su hija era “su esencia”. “En esa época mucha gente quería expresar la belleza del mundo interno y externo, pero era considerad­o vergonzoso ser creativo para las personas comunes. Tomar fotografía­s, escribir versos, no era considerad­o trabajo, sino que ocio”, sostiene. “‘El tiempo real es para los negocios y solo (se debe tener) una hora para las festividad­es’, versa el dicho de los educadores adultos”, agrega.

En medio de su lucha contra el régimen soviético, a mediados de los 80 fue recluida en un psiquiátri­co contra su voluntad. “Creo que para mi madre, tomar fotografía­s le ayudó a escapar de la realidad y sus emociones, hasta cierto punto”, concluye.b

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O Autorretra­to, Leningrado, 1976.
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Q Tiflis, Georgia, 1989.

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