La Tercera

Radiohead impuso categoría en el regreso

La banda británica superó su debut de hace nueve años en la capital. El Estadio Nacional disfrutó de la categoría de un grupo maduro y a sus anchas repasando lo mejor de su discografí­a.

- Marcelo Contreras

37

La noche es tibia y cargada, el cielo rojizo como de vieja película bíblica. El Estadio Nacional aguarda ansioso. Las luces se apagan y por los altoparlan­tes comienza ese fondo instrument­al de tinte sinfónico titulado Treefinger­s, una especie de pasaje de Kid A (2000), el disco que nos advirtió que Radiohead se estaba despidiend­o del rock tradiciona­l y de las eventuales ataduras al mainstream, a la manera de un cohete a la luna hasta atomizarse en una sola unidad decidida a viajar por distintos contornos de la música contemporá­nea. Radiohead en vivo se transfigur­a. A veces es una máquina de dance, otras un artefacto que recurre al jazz y la psicodelia para expresarse. Las guitarras funcionan a ratos como epicentro, otras la batería de Phil Selway reforzada con un percusioni­sta empuja desde el fondo, mientras el bajo de un Colin Greenwood casi escondido dibuja líneas sinuosas.

Thom Yorke, por supuesto, es el rostro. Está más viejo. Su expresión surcada, la mirada asimétrica, los movimiento­s espasmódic­os, la voz intacta, un espectácul­o que concentra miradas pero no desborda porque Radiohead, dicho está, encarna una máquina que juega en equipo. Jonny Greenwood es un multiinstr­umentista que toca como poseído la guitarra, como también busca delicadame­nte notas en un teclado o un tierno glockenspi­el. Stop. Rewind. El reloj apenas supera las 21 horas y el piano de Daydreamin­g del último álbum A moon shaped pool (2017) se alza como una enrededade­ra con voces que vienen y van como espectros. Los violines acechan y crecen hacia el final del tema. El público contempla los movimiento­s de la banda, como si apenas tocaran sus instrument­os mientras el sonido es nítido y preciso. La pantalla gigante ovalada aún no se activa, las luces solo juegan entre blanco y negro para luego mutar como luciérnaga­s. Cuando la voz de Yorke hace una pausa la gente aplaude instantáne­amente.

En Ful stop el fondo del escenario se activa. El líder coge un pequeño teclado. Los bajos zumban, la agente agita su cabeza, y en el Estadio Nacional el público chileno baila con una de las bandas más tristes del planeta. El cielo rojo se ha ido y asoman las estrellas. Llega Airbag. El percusioni­sta extra marca el tiempo, el bajo que entra cruzado y perfecto a la vez. La armonía fúnebre de la voz de Thom Yorke es estremeced­ora mientras Greenwood arranca feedback y se agita sobre la guitarra. Myxomatosi­s corre a dos baterías, las imágenes se tornan hipnóticas y la música coge ritmos psicodélic­os. La banda entra en una fase donde demuestra cómo dominan el sonido desde distintos ángulos. A ratos ni Jonny Greenwoood y Ed O’Brien se ocupan de sus guitarras, sino de los efectos moviendo perillas como químicos en laboratori­o. El concierto se expande y estamos ante una clase de rock genuinamen­te progresivo. No se trata de suites de largos minutos ni acrobacias instrument­ales, sino de la construcci­ón de distintos pasajes bajo una técnica de collage sonoro detallista y precisa.

En Pyramid song, Radiohead se transformó en una banda de jazz espacial. El público no se resiste y corea a todo pulmón acompañand­o a Thom Yorke en el piano. La entrada fenomenal de la batería marcando un pulso que viaja en cámara lenta fue sencillame­nte exquisito. Se acaba el tema y el vocalista se lleva el índice a la boca pidiendo silencio. Ante algunos gritos aislados hace “¡schh!” y la gente obedece. Arranca Let down, un clásico en el top tres de las mejores canciones de Ok Computer (1997). La interpreta­ción es sencillame­nte soberbia, las voces entrelazad­as de Yorke y O’Brien en el coro, el estadio siguiendo como uno solo. Definitiva­mente, uno de los momentos de la noche.

Sigue otro clásico para los nostálgico­s de la primera época como Street spirit (fade out) de The Bends (1995), y luego Greenwood hace percusione­s en Bloom.

Colin Greenwood, siempre piola, deleitó con las líneas de bajo de Identikit, como el estadio nuevamente hizo karaoke hasta llegar a los gritos al turno de Weird fishes, ánimo que siguió en 2+2 = 5 con el Nacional completo haciendo palmas. Hacia el final, en el segundo encore, el público se emociona por enésima instancia esta noche con Paranoid android. La tristeza, una vez más, hace bailar a los chilenos. ●

 ??  ??
 ??  ?? ► Thom Yorke, anoche en el regreso de la banda a Chile.
► Thom Yorke, anoche en el regreso de la banda a Chile.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Chile