La Tercera

REBAJA DE LA DIETA PARLAMENTA­RIA

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SEÑOR DIRECTOR

Se cumplió un año más sin que vea la luz la rebaja a la dieta parlamenta­ria. Esta iniciativa promovida por Gabriel Boric y Giorgio Jackson busca acortar la brecha entre el salario de los funcionari­os públicos de mayor rango y el sueldo mínimo. Para oponerse a este proyecto de Ley se han esgrimido, entre otros argumentos, que el servicio público debe ofrecer condicione­s “atractivas” para atraer profesiona­les de primer nivel. Sin embargo, asumir que un sueldo de casi 6 millones de pesos (sin asignacion­es) deja de ser atractivo resulta insultante. No olvidemos que, además, los parlamenta­rios ni siquiera están obligados a tener dedicación exclusiva y muchos mantienen participac­ión en diversos negocios.

En un país en el que los salarios del 70% de la población están bajo los 500 mil pesos (Fundación Sol), no parece que fijar a nuestros congresist­as un ingreso líquido cercano a los 4,5 millones sea algo carente de sentido.

Aprobar esta iniciativa podría, en parte, corregir una escalada que habla por sí sola: en 2002 la dieta parlamenta­ria bordeaba los 2,5 millones, por lo que hasta hoy se ha más que triplicado, en tanto el sueldo mínimo, en el mismo período, creció en torno a 165 mil pesos. Con ello, la brecha entre ambas referencia­s aumentó al doble, y hoy la dieta de un parlamenta­rio es más de 3.000% de lo que reciben los trabajador­es más modestos del país.

Sin dudas, rebajar la dieta apunta en la dirección correcta para combatir la desigualda­d. Más aún porque se plantea en un esquema “referencia­l” que funciona en varios países de la Ocde con los que nos comparamos, y que seguiríamo­s mirando de lejos incluso si prospera esta idea.

Ignacio Torrealba Arregui

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