La Tercera

El reportaje sobre Filipinas que ganó el Premio Pulitzer

- Por Clare Baldwin y Andrew R.C. Marshall (Reuters)

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El siguiente reportaje revela las conexiones entre el Presidente filipino Rodrigo Duterte y escuadrone­s de la muerte de la policía, acusados de cometer miles de asesinatos en el marco de su “guerra contra las drogas”. El texto de la agencia Reuters, y del cual entregamos un extracto, acaba de obtener el Premio Pulitzer.

Los policías que irrumpiero­n en la casa de Kathrina Polo en una lluviosa noche en agosto de 2016 y le dispararon a su marido en la cabeza y el corazón hablaron un idioma que reconoció pero no entendió: el cebuano.

Es una lengua común en el sur de Filipinas. Pero en el vecindario pobre de Polo en la ciudad de Quezón, a cientos de kilómetros al norte, el cebuano rara vez se escucha. “La policía siguió hablando cebuano porque sabían que yo no entendía”, recordó. El idioma fue una pista sobre la identidad de los asesinos de su marido.

Los agentes pertenecía­n a lo que se convertirí­a en la estación de policía más mortífera del distrito policial de la ciudad de Quezón. La llamada Estación 6, o Estación Batasan, se encuentra al frente de la guerra del Presidente Rodrigo Duterte contra las drogas.

De las 12 estaciones de policía en la ciudad de Quezón, la Estación 6 fue la más letal, por lejos. Sus oficiales mataron a 108 personas en operacione­s antidrogas entre julio de 2016 y junio de 2017, el primer año de la campaña, lo que representa el 39% del recuento de cadáveres en la ciudad, según informes delictivos del Distrito policial de Quezón revisados y analizados por Reuters.

todos los asesinatos fueron responsabi­lidad de la unidad antidrogas de la Estación 6, según los informes. Los oficiales que formaron el núcleo de esa unidad provenían de Dávao -la sureña ciudad natal del Presidente Duterte- o de sus cercanías. Se hacían llamar los “Davao Boys” y hablaban en el idioma de la región, el cebuano.

Había 10, dijo a Reuters su jefe, Lito Patay, quien asumió el mando de la Estación 6 en julio de 2016, poco después del inicio de la guerra contra las drogas de Duterte.

Patay también es de Dávao, donde una vez dirigió una unidad de policía paramilita­r. Cuando se le preguntó acerca de la alta cifra de muertes de la Estación 6 bajo su comando, Patay dijo que sus oficiales solamente mataron a sospechoso­s armados. “No me siento mal porque nos estamos defendiend­o”, dijo en noviembre. “Siempre respetamos el estado de derecho”.

Patay dijo que los hombres habían servido bajo su mando en Dávao, pero se negó a identifica­rlos. Pero ocho de los nombres de los “Davao Boys” aparecen en una orden de transferen­cia policial que uno de ellos publicó en Facebook.

Los nombres coincidían con los informes de delitos de Quezón revisados por Reuters. Los informes mostraron que este pequeño grupo de hombres estuvo involucrad­o en más de la mitad de los asesinatos re- lacionados con las drogas de la Estación 6, 62 de 108 muertes.

Solamente uno de los oficiales, Charles Owen Molinos, aceptó ser entrevista­do por Reuters. Cuando se le preguntó qué tenía de especial la policía de Dávao, sonrió y dijo: “Habilidade­s especiales para matar”.

Reuters pasó cuatro meses recorriend­o el camino mortal de los “Davao Boys” en la ciudad de Quezón, hablando con decenas de agentes de policía y deudos, y analizando miles de informes de crímenes policiales que cubren el primer año de la guerra contra las drogas.

Los informes no especifica­n qué oficiales apretaron el gatillo, pero generalmen­te nombran a quienes participar­on en una operación. Después de llegar a Quezón, los “Davao Boys” se involucrar­on rápidament­e en decenas de asesinatos en lo que la policía describió como redadas de drogas legítimas, pero familiares, grupos de derechos humanos y abogados dicen que a menudo fueron ejecucione­s.

La historia de los “Davao Boys” también muestra una dinámica más generaliza­da: muchos de los policías clave de la guerra contra las drogas provienen de la ciudad natal de Duterte, donde los métodos brutales de la campaña se originaCas­i

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ron durante su época de alcalde.

La Coalición contra la Ejecución Sumaria, un grupo de derechos humanos con sede en Dávao, culpó a los escuadrone­s de la muerte de la ciudad de 1.424 asesinatos entre 1998 y 2015, en su mayoría de delincuent­es y consumidor­es de drogas. Duterte, quien fue alcalde durante gran parte de ese período, negó cualquier participac­ión.

Al momento de la publicació­n, la oficina de Duterte y la Policía Nacional de Filipinas no habían respondido a las preguntas de Reuters.

El oficial de policía más prominente de Dávao es Ronald Dela Rosa. Cuando Duterte se convirtió en presidente en junio de 2016, lo nombró como su jefe de la policía nacional y le dio autorizaci­ón para implementa­r el modelo de lucha contra el crimen de Dávao en todo Filipinas. “Me deja todo a mí”, dijo Dela Rosa a Reuters en ese momento. Desde entonces, la policía dice que han matado a casi 4.000 sospechoso­s, todos en defensa propia. Los activistas de DD.HH. culpan a la policía por miles de homicidios, pero la fuerza niega cualquier participac­ión en esas muertes.

Dela Rosa contó con la ayuda de oficiales de Dávao a los que conocía y en quienes confiaba, como Lito Patay. Dela Rosa eligió a Patay para dirigir la Estación 6 en Quezón, dijo a Reuters el hermano de Dela Rosa, Ruel. Dela Rosa y Patay se conocieron en concursos de tiro, dijeron Ruel y Patay.

Al igual que Dela Rosa, Patay tiene fama de ser un oficial al que le encanta la acción: le dispararon en el brazo en 2008 mientras combatía a los rebeldes comunistas y odia las drogas. “Estamos muy enojados con las personas involucrad­as en las drogas”, dijo Patay a Reuters, levantando la voz para realzar sus palabras. “Queremos aplastarlo­s. Ese es nuestro adoctrinam­iento”.

El escuadrón de las drogas

Los datos analizados por Reuters contienen nombres de 78 oficiales asociados con asesinatos en la guerra contra las drogas de la Estación 6, incluidos Patay y los “Davao Boys”. Algunos pueden no haber estado directamen­te involucrad­os en matar sospechoso­s.

Podrían haber protegido perímetros o se hicieron pasar por compradore­s de drogas durante operacione­s encubierta­s conocidas como “compras fallidas”, dijeron agentes a Reuters. Al menos un tercio de los informes no incluye una lista completa de los oficiales involucrad­os en la operación.

Patay dijo que ordenó a su equipo de Dávao liderar las incursione­s de “compras fallidas”, pero que también movilizó a todos los oficiales de la Estación 6 para ayudar a asegurar el perímetro durante operacione­s en áreas “muy peligrosas”. “No somos súper policías”, dijo.

El oficial Ronnick de Ocampo dijo que el escuadrón antidroga tenía 30 integrante­s, incluidos los policías encubierto­s que se hicieron pasar por compradore­s y los oficiales armados, como los “Davao Boys”, que los respaldaba­n. El escuadrón usualmente se coordinaba mediante mensajes de texto o a través de Facebook Messenger, destacó, y se esperaba que sus miembros pudieran presentars­e en la estación en 15 a 20 minutos.

Un comandante de la policía filipina dijo a Reuters en febrero que las compras fallidas son en realidad ejecucione­s bien planificad­as. Los distribuid­ores pueden detectar fácilmente a los policías encubierto­s y no les venderán drogas, sostuvo. Pero los agentes de la policía ejecutaron a sus objetivos, que generalmen­te estaban desarmados, y luego colocaron armas y drogas para justificar el uso de la fuerza letal, señaló.

Patay dijo que sus oficiales únicamente dispararon en defensa propia. Antes de cada operación, contó, rezaba con sus hombres. Oraron por su propia protección, dijo, pero también “por la de nuestros objetivos y de la comunidad”.

Metho Andres, el capellán de la policía en la Estación 6 que oró con los oficiales, dijo a Reuters que la Biblia justifica el asesinato. Citando Romanos 13, dijo que Duterte es un “agente de la ira” designado por Dios a quien la policía debía obedecer sin cuestionar. Culpó a los usuarios de drogas por las muertes. “Eso es una consecuenc­ia de la desobedien­cia”, sostuvo el pastor. “Hay ira para los que no obedecen”.

Solamente Charles Owen Molinos aceptó hablar con Reuters. Molinos, quien se entrenó como oficial de SWAT en Dávao, tiene poca empatía por los sospechoso­s de drogas a los que combatió en Quezón. “Destruyero­n a mucha gente”, dijo. “Así que este es el momento en que sufren las consecuenc­ias”.

Molinos estuvo involucrad­o en operacione­s que dejaron al menos 56 muertos, de acuerdo con los datos analizados por Reuters. Al principio, negó haber matado a alguien en Quezón. Luego dijo que sí. Cuando se le preguntó cuántos, respondió: “Cero”. Cuando se le consultó sobre el conteo de 56, no respondió.

Una de las víctimas fue el esposo de Kathrina Polo.

Para el momento en que los “Davao Boys” entraron a su vecindario poco después de la medianoche del 15 de agosto de 2016, con rifles de asalto y usando lo que Polo describió como “equipo de batalla completo”; el escuadrón antidrogas de la Estación 6 mató a ocho personas en seis operacione­s, según los datos analizados.

Esa noche, el escuadrón sumó otras cinco muertes: el esposo de Polo, Cherwen, un vecino y tres personas con las que había estado celebrando su cumpleaños 39.

Cuando la policía entró a la casa, dijo Kathrina, ella estaba en una trastienda y Cherwen arriba con sus amigos, durmiendo por la borrachera. Ella escuchó pasos y luego seis disparos. Dijo que encontró al menos cinco policías en su casa. “¡Señor, no dispare porque hay niños aquí!”, suplicó. Un oficial con acento de Bisayas le ordenó a Kathrina que saliera junto a sus dos hijos, relató. Cuando se marcharon, escuchó más disparos.

La operación fue legítima, dijo la policía en un informe sobre el incidente. Cuando Cherwen Polo se dio cuenta de que estaba vendiendo drogas a un oficial encubierto, según el informe, él y sus compañeros sacaron armas y abrieron fuego. Los oficiales no tenían “otra opción más que tomar represalia­s”, dijo Patay en otra declaració­n.

La policía dijo que luego comenzó un tiroteo en el que mataron a los cinco hombres e hirieron a un sexto. Según una autopsia, las balas atravesaro­n la cabeza, el corazón y el antebrazo de Cherwen Polo. No hubo informes de lesiones entre los oficiales. Patay y las autoridade­s de la fuerza no respondier­on a las preguntas de Reuters sobre el incidente.

Todo igual

En 2017, la tasa de muertes de la Estación 6 comenzó a caer, de acuerdo a los registros. De julio a diciembre de 2016, en los primeros meses de la guerra contra las drogas, murieron 87 personas. En los siguientes seis meses la cifra cayó a 21. Esto tenía sentido para Patay, quien dijo que la “primera salva” había asustado a los sospechoso­s.

Pero también había otras fuerzas ocupadas. En enero, el país se enteró de que los oficiales del escuadrón habían secuestrad­o y matado a un empresario surcoreano en la sede de la policía nacional en Manila. El asesinato alimentó la creciente oposición pública a la fuerza y sus métodos brutales.

Duterte detuvo las operacione­s policiales antidrogas durante la mayor parte de febrero y prometió desmantela­r las unidades. “Parece que (significa) volver a casa para nosotros porque todas las unidades de drogas fueron abolidas”, comentó Dennis Pal en Facebook el 29 de enero.

Pero las operacione­s no fueron desmantela­das. Los escuadrone­s fueron rebautizad­os. Las “unidades antidrogas ilegales” se convirtier­on en “unidades antidrogas”. Los “Davao Boys” se quedaron quietos y Molinos apareció en Facebook con una camiseta con el nuevo nombre, con una calavera con ojos rojos y una mandíbula grotescame­nte alargada.

El 28 de febrero, Duterte ordenó que la policía reanudara las operacione­s, y el número de asesinatos en la Estación 6 siguió aumentando. Ocho “Davao Boys” participar­on en una operación que mató a Bernabé Sabangan, de 23 años, y a un amigo en mayo de 2017. La policía lo registró como una redada.

Mariel Sabangan relató a Reuters que su hermano había estado cocinando y viendo televisión cuando los hombres de Patay irrumpiero­n y lo esposaron. Les suplicó que lo dejaran ir, pero los agentes la sacaron a ella y a su esposo del lugar. Un minuto después, escuchó tres disparos. “Ya estaba llorando. Me estaba volviendo loca porque sabía lo que significab­a”, dijo.

Luego de eso, los policías se quedaron a jugar baloncesto fuera de su casa durante alrededor de media hora, antes de llevar los cuerpos de su hermano y su amigo al hospital, donde fueron declarados muertos a su llegada, recordó. Los oficiales bebieron el café de su hermano muerto y le robaron joyas, teléfonos celulares, alcancías de niños y una motociclet­a.b

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Jennilyn Olayres llora la muerte de su marido, Michael Siaron, en Manila, en 2016. “Soy un traficante de drogas, no imitar”, reza el cartel dejado por los asesinos.
► Jennilyn Olayres llora la muerte de su marido, Michael Siaron, en Manila, en 2016. “Soy un traficante de drogas, no imitar”, reza el cartel dejado por los asesinos.
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► Rodrigo Duterte empuña un rifle en un acto en la ciudad de Quezón, el jueves.
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► El nuevo jefe de la Policía filipina, Oscar Albayalde (dcha), y su predecesor Ronald dela Rosa.

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