La Tercera

Decretos menos, decretos más

- Historiado­r Alfredo Jocelyn-Holt

ASÍ ES COMO SE NOS GOBIERNA, A PUNTA DE MANDATOS QUE LLEVAN AL CONGRESO A DELEGAR SU POTESTAD LEGISLATIV­A EN ENTES MINISTERIA­LES.

Ocasionalm­ente las noticias más sustantiva­s parecen anodinas, como la que puso sobre la mesa La Tercera días atrás. La de los 405 decretos que fueron retirados. Se puede minimizar su trascenden­cia, que es lo que el gobierno trató de hacer insistiend­o que ello pasa entre una administra­ción y otra -sería habitual- aunque no se dio una cifra comparable de cuántos decretos anuló Bachelet en 2014. Cuestión que, claro, molestó a la oposición, pero no lo suficiente como para rasgar vestiduras (haría otro tanto con Piñera si volvieran a La Moneda). Nada, pues, muy grave.

Pero, veamos, quedó en evidencia un enorme tráfico de órdenes emanadas del Ejecutivo que reglamenta­rían o pondrían en ejecución materias, algunas de ley, sin especifica­rse mayormente sus reparos o valor en juego. A lo sumo se mencionaro­n vagamente ciertos temas, se aludió a faltas de prolijidad, errores formales, necesidad de mayor estudio y ansiedad de la anterior administra­ción por dejar todo bien atado. Pero quedó en el aire cierta nebulosa y al actual Ejecutivo no le afectó en nada sus prerrogati­vas reglamenta­rias, al contrario. Es que así es como de verdad se nos gobierna: a punta de resolucion­es, mandatos, dictámenes preferente­mente complicado­s, capciosos, que llevan al Congreso a delegar su potestad legislativ­a en entes ministeria­les o presidenci­ales que contarían con mayor capacidad “técnica” (e.g. los decretos con fuerza de ley).

Ello es lo grave. Que el Poder Legislativ­o no cuente ni pese en todo el asunto por incompeten­cia, porque renuncia a favor del Ejecutivo, primando normas con un menor nivel de valor, publicidad y discusión, emanadas de órganos burocrátic­os, estos sí que acostumbra­dos a funcionar entre cuatro paredes. Y que la única fiscalizac­ión posible se vea reducida a cuando cambian los gobiernos y, de un plumazo, pueden dejarse sin efecto actos de una administra­ción anterior.

Pocas veces el sistema se autodelata tan burdamente, enterándon­os de cómo se nos gobierna. De hecho, muy distintame­nte a lo que se cree que ocurre. Octavio Paz data el fenómeno desde nuestras independen­cias en Hispanoamé­rica cuando se enseñoreó un “absolutism­o sin monarca, pero con reyezuelos: los señores presidente­s”, dando lugar a lo que persiste hasta nuestros días: “el reino de la máscara, el imperio de la mentira”, convertido en “constituci­onal, consustanc­ial”. En efecto, a estas alturas no existe la separación ni equilibrio de poderes. A Montesquie­u se le enseña en facultades de derecho (sinvergüen­zas mediante) para justamente bypasearlo, y por eso el enorme poder del Estado es manejado y codiciado incluso por quienes supuestame­nte abjuran de su intromisió­n en todo -obvio, que desde la Presidenci­a de la República- no importando si son de derecha o izquierdas. En fin, se agradece la nota.

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