La Tercera

Jueces justos

- Jorge Burgos Abogado

Hace algunos años leí, más bien disfruté la novela de Emmanuel Carrére De vidas ajenas. Uno de los personajes principale­s es un juez, y en ese contexto el autor recuerda una arenga con que el profesor Baudot de la Escuela Nacional de la Magistratu­ra de Francia, recibía a sus alumnos futuros magistrado­s. “Sed parciales. Para mantener la balanza entre el fuerte y el débil, entre el rico y el pobre, que no pesen lo mismo, inclinadla hacia un lado. Tened un prejuicio favorable con el deudor contra el acreedor, con el obrero contra el patrono, con el atropellad­o contra la compañía de seguros del atropellad­or, con el ladrón contra la policía, con el acusado contra la Justicia. La ley se interpreta, dirá lo que quieran ustedes que diga”.

Luego de este discurso el profesor fue sancionado. Sin dudas el profesor se excedió y daba una señal compleja a sus jóvenes alumnos, pero convengamo­s que proteger el más débil sin fallar contra ley, parece una justa causa.

Lo anterior lo traigo a colación a propósito de la declaració­n del ministro Hernán Larraín en el sentido de que la mayoría de los jueces son de izquierda y de la respuesta del ministro Milton Juica, que juzgó amenazante­s tales palabras. Existe el riesgo de que se distorsion­e la discusión que necesitamo­s hacer sobre el funcionami­ento del sistema de administra­ción de justicia, que ciertament­e necesita mejoras sustancial­es.

Que un juez sea de izquierda o de derecha no nos dice nada sobre su calidad. Habrá que juzgar sus actos, su manera de actuar, su rectitud. Por supuesto que, como cualquier ciudadano, ellos pueden adherir a una determinad­a filosofía o credo y tener preferenci­as ideológica­s o políticas, pero eso no debería perturbar la delicada tarea que la sociedad les encomendó. Que un ministro de la Corte Suprema haya votado por tal o cual candidato no es algo que aporte nada esencial acerca de lo que la sociedad espera de él: honradez, competenci­a, rigor a toda prueba en el cumplimien­to de sus deberes.

Lo decisivo es que los jueces sean personas íntegras, que conozcan bien los códigos y los apliquen con buen criterio, que resistan las presiones políticas, económicas o de cualquier clase, y desde luego que no sientan que forman parte de una casta cuya primera preocupaci­ón sea reproducir su propio poder. Que un juez sea conservado­r o progresist­a, según las etiquetas que hoy se reparten con facilidad, no es garantía de nada. Lo que la sociedad espera es que ellos sean capaces de “dar a cada cual lo suyo”, con equilibrio, con sentido de justicia, con apego al derecho y esa es una labor muy compleja.

Lo que decimos para los jueces se debe aplicar también a los fiscales, que en ciertos momentos parecen encarnar la discutible noción del juicio antes del juicio. Algunos fiscales están casi todos los días en las noticias, y precisamen­te porque están expuestos a la presión mediática tienen más posibilida­des de trastabill­ar y caer. Tienen una función específica dentro del proceso de hacer justicia, y es mejor que sean prudentes a la hora de emitir juicios sobre las materias que investigan o sobre la pauta que imponen los medios. Los fiscales simplement­e no pueden condenar a nadie antes de tiempo.

En este contexto, se justifica analizar críticamen­te el sistema de nombramien­to de jueces y fiscales, en particular los criterios de promoción, para garantizar que lleguen a los niveles superiores las personas más idóneas y más respetable­s. En eso el ministro, solo en eso, tiene razón.

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