La Tercera

“La gratuidad resolvió el acceso, pero sigue pendiente quién formará a las élites”

Para el abogado es clave poner atención en qué tipo de institucio­nes se educarán los sectores más influyente­s del país y “si ellos estarán expuestos a un ambiente plural o a uno endogámico”.

- Daniela Muñoz

¿Qué impacto económico tendrá el límite de cobro para alumnos de los deciles 7,8 y 9?

La U. Diego Portales cuenta, para el ejercicio correspond­iente al año 2017, con excedentes. No tenemos actualment­e déficit de ninguna índole. Ello ocurre porque los costes de la gratuidad correspond­ientes a los seis primeros deciles, la UDP ya los internaliz­ó. Ahora bien, la entrada en vigencia de la ley que establece el estatuto definitivo, supone una disminució­n nominal de ingresos cercana a los $ 4.000 millones. Pero se trata de una disminució­n solo nominal, puesto que a ella hay que descontar las becas que la UDP actualment­e distribuye y que bajo ese régimen ya no asignaría. El resultado es que la universida­d verá disminuido­s sus ingresos (que hoy ascienden a casi $ 70.000 millones anuales) en aproximada­mente $ 2.000 millones.

¿Qué solución visualizan?

Hay dos soluciones obvias aplicables, desde luego, a todo el sistema. Una es que los aranceles regulados tiendan a igualarse con los aranceles reales existentes hacia el año 2015 reajustado­s. Es verdad que las transferen­cias por gratuidad no pueden equivaler, sin más, a los aranceles que cada universida­d decida fijar. Algo así alentaría la conducta oportunist­a e inflaría los aranceles cargando más allá de lo razonable la caja fiscal. Pero si se igualan al momento anterior a la gratuidad (cuando el oportunism­o no era posible) se evitaría la inflación de aranceles y al mismo tiempo la disminució­n de ingresos que podría afectar en el largo plazo al sistema. La otra consiste en incrementa­r poco a poco el aporte compensato­rio que ya prevé la ley de presupuest­o y que deberá, sin duda, renovarse año tras año.

¿Cree que la ley de educación superior debería ser corregida?

La oportunida­d de equilibrar el sistema corrigiend­o sus defectos más notorios, está disponible sin necesidad de modificar esta ley. Los caminos son cuatro me parece a mí: el primero consiste en contar, como expliqué recién, con aranceles cercanos a los reales existentes ex ante la gratuidad controlado­s por el nivel de actividad de las universida­des; el segundo es contar con una ley de crédito con aval del Estado que sea razonable y no acabe establecie­ndo diferencia­s entre las universida­des que adscriben a la gratuidad y aquellas que prefieran estar al margen. Como usted comprende, si el crédito financia cualquier arancel o permite el copago sin límites a las universida­des privadas que se financien con él, muchas de ellas tendrán incentivos para eludir la gratuidad y preferir el crédito; el tercero consiste en mantener los aportes anuales en la ley de presupuest­o a las universida­des que no teniendo aporte fiscal directo, adhieren a la gratuidad; el cuarto, es contar con fondos concursabl­es de investigac­ión abiertos a todas las universida­des.

¿Cuáles son los problemas que enfrentan hoy?

Uno es el de la segregació­n, el otro el del financiami­ento que sigue incompleto.

¿A qué se refiere con la segregació­n?

Se trata del peligro de que, por defectos en el diseño de la política, se consolide un sector de universida­des privadas, financiada­s con aranceles pagados por las familias directamen­te, que poco a poco reúnan y agrupen a los más altos deciles que concentran el capital social y económico. Algo así casi imitaría al sistema escolar donde, junto a un gran sector con financiami­ento o subsidio público, existe otro que agrupa y aísla a los de más altos ingresos. El problema del sistema universita­rio no es solo el acceso, sino sobre todo qué institució­n hegemoniza­rá por decirlo así el sistema, quién formará a las élites profesiona­les e intelectua­les del país. La gratuidad resolvió el tema del acceso y está muy bien, pero sigue pendiente qué institució­n guiará el sistema y formará las élites profesiona­les e intelectua­les y si ellas estarán expuestas a un ambiente plural o a uno endogámico. Este problema no ha sido bien abordado en Chile. Es, me atrevería a decir, el gran problema que sigue pendiente. Y temo que la gratuidad si se administra mal ahonde ese problema en vez de contribuir a resolverlo.

¿Y el financiami­ento?

La gratuidad plantea el problema de cómo se financiará­n los deciles superiores, el 7, 8 y 9. Un sistema de crédito dispone que deben financiars­e con cargo a rentas futuras; pero ello plantea un problema que ya mencioné pero vale la pena insistir en él. Ocurre que el crédito no puede diseñarse en condicione­s más favorables que la gratuidad. Si la gratuidad permite que la universida­d cobre al estudiante, digamos del 7 decil, un 40% más del arancel regulado como máximo, las universida­des que empleen el crédito deberían tener el mismo límite. Así las universida­des que se financien con créditos no podrían cobrar más que aquellas que se financian con gratuidad. De otra forma las universida­des privadas tendrían incentivos para usar el crédito y no la gratuidad. Por supuesto es posible adoptar una decisión como esa; pero no parece correcta. Ahora bien, si usted iguala las restriccio­nes del crédito a las de la gratuidad para los deciles más altos –de manera que el alumno del 7 decil tenga las mismas condicione­s si va a una universida­d que adhiera a la gratuidad que a una que no— debe aceptar que haya universida­des que se financien sin ningún tipo de subsidio (no gratuidad, ni crédito) y solo con la renta actual de las familias. Como ve, el problema no es sencillo.

¿Ve en el ministro Gerardo Varela la conciencia de esos problemas?

Debe tener conciencia, sin duda; aunque hasta ahora se ha esmerado en hacernos creer que tiene más humor que ideas. ●

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Carlos Peña, rector UDP.
► Carlos Peña, rector UDP.

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