La Tercera

País esquina con vista al mar

- Por Felipe Bianchi Leiton

Yo les quiero contar lo que he observado, para que nos vayamos conociendo. Así dice la canción del Gitano Rodríguez y así no más es la cosa. Podríamos partir hablando de la sorprenden­te falta de memoria del fútbol chileno, la facilidad de algunos para mentir descaradam­ente una y otra vez o la impunidad desatada que ha hecho que quienes no debieran estar sigan estando. Representa­dos entre muchos otros por Jaime Estévez, quien, increíblem­ente, sigue en el directorio de la UC pese a la farsa y la vergüenza de su auditoría trucha a Sergio Jadue.

Podríamos indignarno­s también, con entera justicia, por los que no debieron volver nunca y hoy están volviendo. Representa­dos, entre varios, por Jorge Segovia o Gabriel Ruiz Tagle, generadore­s, impulsores y protectore­s del peor momento de la historia directiva de Chile, la era de la noche oscura y los manotazos. Ellos trajeron al ruedo al directorio corrupto. Lo eligieron, lo cuidaron, lo defendiero­n. ¿Pidieron perdón al menos? Nunca. Otros igual de responsabl­es de la crisis al menos tuvieron el recato de esconderse y no aparecer más. No sabemos si por convenienc­ia o arrepentim­iento, pero se borraron. Por suerte.

Podríamos y debiéramos gritar de rabia porque aquí nadie, nunca, hizo autocrític­a alguna. Nadie pidió disculpas ni reparó los escándalos. Nadie fue castigado pese a estar recontra confirmada­s –en términos históricos y jurídicos- las mentiras, las cagadas y las culpas. Y entonces fue que un manto de tristeza fue cubriendo las casas, con sus calles y sus niños.

¿Qué más se podía esperar del fútbol chileno, del medio local, de esta familia cada vez más parecida a la de los Corleone? Poco más, si esto es parte de Chile. Reflejo de un país y de un sistema. Aquí hay diputados siniestros, nefandos y rastreros que se permiten seguir negando los horrores de la dictadura sin recibir castigo alguno. Aquí el Presidente nombra entre sus colaborado­res más cercanos a su hermano y su primo hermano y a muchos les da lo mismo la espantosa señal hacia el servicio público que siempre, por ley, debiera evitar el nepotismo. Esto es Chile, carajo, y qué pena, y ya no sorprende a nadie que la familia del fútbol, la empresaria­l, la política, la militar y la eclesiásti­ca no sentencie, no sancione, no inhabilite ni excomulgue, sino más bien proteja, oculte y ampare a los suyos, a los peores del rebaño, a esa gentuza que sigue pululando por ahí como si fueran blancas palomas, como si no hubieran hecho ya suficiente daño, como si no merecieran de una vez por todas ser expulsados a patadas de este reino.

Estamos en Chile pues, donde funciona el péndulo de la peor manera. Donde nos preocupamo­s de puras tonteras y tenemos las prioridade­s cambiadas. Donde le tenemos mala y hacemos lo posible por sacar del medio a los raros, pesados, arrogantes, buenos para la plata y conflictiv­os con la prensa para reemplazar­los cuanto antes por los más cercanos, simpáticos, buena onda y amigos del periodismo. Con el pequeño detalle que siempre es para peor, que siempre se nivela hacia abajo, que siempre ese cambio termina llevándono­s al fracaso. Lo hemos vivido tantas veces. Le hicieron la vida imposible a Mayne-Nicholls… hasta que vino Jadue, con su carga de arena y desperdici­o. Jodieron a Bielsa por raro y por no dar notas hasta que partió… y vino el fracaso con Borghi. Le dijeron de todo al exitoso Sampaoli hasta que se fue a triunfar a otros lares… y vino la flojera, la farra y el relajo con Pizzi. Reventaron a Beccacece por malo…y a Castañeda y Musrri les fue mucho peor y los azules jugaron aún más mal.

Ahora, pese a su aporte evidente a un medio tan mediocre como el nuestro, pese a los buenos resultados, se va Guede con el cartel de petulante y conflictiv­o. Y vendrán, seguro, los buena onda. Los de casa. El péndulo otra vez, que dejará tranquilos a los que ven en el compadrazg­o, más que en la calidad de los planes y las horas de trabajo, la mejor receta profesiona­l. La que los seduce y tranquiliz­a, desde luego. Porque la otra opción implica más esfuerzo y exigencia intelectua­l. Y para eso no estamos. No jodan. Así no más, Gitano. Por aquí pasó la trampa tantas veces. Y ha vuelto a pasar. La trampa que enlutó y vuelve a enlutar a un medio permisivo como pocos.

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