La Tercera

USO DE “FONDOS ESPEJO “EN REGIONES . EL FRACASO DE ETA

Carece de sentido seguir obligando a las regiones a gastar los fondos que reciben como compensaci­ón por Transantia­go en fines específico­s.

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Este medio informó acerca del destino de los usos de los denominado­s “fondos espejo” que se entregan a las regiones de modo de compensar el gasto público que se realiza año a año para financiar el Transantia­go. La investigac­ión reveló que un porcentaje de los recursos fue destinado a áreas no relacionad­as con soluciones de transporte público –el foco que tenían dichos recursos de acuerdo con la ley- sino a equipamien­to urbano e inversione­s en el sector salud, educación y seguridad ciudadana.

De los casi US$ 2 mil millones que considera la ley de subsidio al Transantia­go para 2018, la mitad de esos fondos va a parar a regiones. De ellos, un 30% va destinado a un fondo orientado a financiar acciones que mejoren el transporte público administra­do directamen­te por el ministerio del ramo. El 70% restante se entrega a las regiones para que sean ellas las que decidan en cómo utilizar esos recursos, con dos focos claros: proyectos de infraestru­ctura y ferrocarri­les. En el caso del primero, la ley admite la posibilida­d de que esos proyectos no sean del área de transporte­s.

Es por ello que no debiera extrañar que parte de dichos recursos haya sido destinada a otras áreas de interés social, particular­mente algunas que están relacionad­as con las principale­s preocupaci­ones de la ciudadanía, y que otro porcentaje significat­ivo haya sido destinado a ahorro. Son las autoridade­s regionales –actuales intendente­s, futuros gobernador­es junto al consejo regional- quienes están mejor informados acerca de los principale­s problemas de cada una de sus regiones y están en mejor posición para decidir cuál es la manera más adecuada de solucionar­los. Pretender que desde Santiago se tiene más clara la realidad regional o que desde el Congreso se pueden idear las mejores alternativ­as para el resto del país es un símil a los errores que terminaron generando la necesidad de esta ley.

El Transantia­go nació de la idea que un ente gubernamen­tal podría planear mejor que la suma de cientos de ciudadanos las necesidade­s de transporte de Santiago. A más de 11 años de su fracasada implementa­ción, cada año los contribuye­ntes deben destinar enormes recursos para solventar su funcionami­ento. Ello era claramente injusto con los millones chilenos que tienen que destinar parte de sus ingresos a financiar un sistema de transporte público que no utilizan. Los “fondos espejo” vinieron a compensar dicha situación. Sin embargo, en la medida que se obliga a utilizar parte importante de dichos recursos principalm­ente en temas de transporte, se vuelve a caer en el error de creer que las autoridade­s nacionales conocen mejor las necesidade­s que sus contrapart­es locales. Por lo demás, esto no parece ser una situación de mayor gravedad dado que, en palabras del subsecreta­rio de Desarrollo Regional, menos de un quinto de los recursos fue destinado a usos distintos a los relacionad­os con el área de transporte­s.

Por lo anterior, “amarrar” dichos recursos a usos determinad­os, y en particular para subsidiar tarifas como se propone en un proyecto de ley enviado a fines del gobierno anterior, no parece ir en la línea de permitir que las regiones prioricen las que son sus reales necesidade­s de desarrollo, lo que aconseja que la actual ley sea revisada en el Congreso.

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