RETIRO DE EE.UU. DEL PACTO NUCLEAR CON IRÁN
La apuesta del Presidente de EE.UU. de retirarse del pacto nuclear con Irán es arriesgada, porque si no tiene efecto la comunidad internacional habrá perdido el único instrumento que tenía para contener un eventual plan nuclear iraní.
La decisión de Donald Trump de retirarse del pacto nuclear con Irán, el llamado Plan de Acción Conjunto y Completo, firmado en 2015 entre Teherán, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (EE.UU., Rusia, China, Reino Unido y Francia) y Alemania no fue sorpresiva –el mandatario lo venía anunciando desde la campaña presidencial-, pero existe consenso de que se trata de la medida más relevante de política exterior de la actual administración de Estados Unidos, cuyos efectos aún son imprevisibles. Con su decisión, el Presidente reitera el camino adoptado desde su llegada a la Casa Blanca, que ha estado marcado por su apuesta por desafiar el actual orden multilateral, privilegiando su política de America First. En estos poco más de quince meses de gobierno, el mandatario ha desahuciado, entre otros, el Pacto Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) y el Acuerdo de París sobre cambio climático, y sacó a Estados Unidos de la Unesco. Medidas a las que ahora se sumó su decisión sobre Irán.
Si bien el mandatario estadounidense asegura que su decisión se sustenta en el hecho de que Irán no estaría cumpliendo los términos del acuerdo -que buscaba limitar el programa nuclear pacífico iraní e impedir que ese país desarrollara una bomba atómica, es un hecho que ninguno de los demás países firmantes ha alertado sobre una eventual violación del acuerdo. Incluso la Agencia Internacional de Energía Atómica, responsable de velar por el cumplimiento de los términos del pacto, aseguró que Irán lo está respetando, y el propio secretario de Estado de EE.UU., Mark Pompeo, hace dos semanas, en su audiencia de confirmación ante el Senado declaró no tener evidencias de que el régimen iraní no estuviera cumpliendo el acuerdo. Por ello, al margen de que por su gravedad es necesario revisar la veracidad de las advertencias de la Casa Blanca, es un hecho que la situación amenaza por una parte el futuro de la ya debilitada alianza entre Washington y sus socios europeos, y por otra limita los controles que ofrece el pacto para evitar que Irán efectivamente desarrolle un arma nuclear.
Hasta ahora, los demás firmantes del acuerdo han insistido en que se mantendrán en el pacto. Sin embargo, su compromiso es difícil, considerando los efectos que tendrá para esos mismos países la reinstalación de las sanciones contra Teherán. Por una parte, Irán enfrentará las presiones de sectores más conservadores, que podrían amenazar el futuro del actual gobierno moderado de Hassan Rouhani y favorecer finalmente a quienes buscan endurecer su política hacia Occidente, apoyar a grupos calificados como terroristas y acelerar su programa nuclear. Pero, además, se podría producir una escalada nuclear en Medio Oriente. Con la reinstalación de las sanciones, Trump intenta reducir las fuentes de ingresos del régimen e impedir que siga desarrollando su programa de armas convencionales y apoyando a grupos calificados como terroristas. Pero la apuesta es arriesgada, porque si Irán logra otras vías de financiamiento, la comunidad internacional habrá perdido el único instrumento que tenía para evitar que ese país desarrolle efectivamente armas nucleares.