La Tercera

“Esperamos ser tratados sin discrimina­ción en Chile”

- Vivian Wu, directora y CEO de Tianqi

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EN TORNO A LA INMIGRACIÓ­N MASIVA SE ESTÁ INCUBANDO UN FENÓMENO DE MARGINALID­AD Y POBREZA QUE PUEDE TERMINAR SIENDO SOCIALMENT­E DESESTABIL­IZADOR.

Un reciente estudio indica que en los últimos años la cantidad de “campamento­s” se ha incrementa­do sustantiva­mente. Específica­mente, entre 2011 y 2017 el número de familias residentes en tales asentamien­tos irregulare­s se elevó en un 48%. Una involución preocupant­e de una realidad que pensábamos ya era parte de la historia. Pero hay un dato específico más preocupant­e: casi un tercio de las familias que ingresaron a los campamento­s el año pasado eran inmigrante­s. A este antecedent­e deben sumarse recientes reportajes que dan cuenta de la situación de los que no están en esos campamento­s: muchos viven hacinados, arrendando pequeñas piezas y con acceso a servicios higiénicos precarios. En suma, en torno a la inmigració­n masiva se está incubando un fenómeno de marginalid­ad y pobreza que puede terminar siendo socialment­e desestabil­izador.

Un gobierno serio no puede dejar que las cosas sucedan y eludir la realidad, que es lo que hizo el anterior, que además privilegió el discurso fácil de los “derechos”, que no hizo más que alentar que siguieran llegando inmigrante­s adicionale­s. La actual administra­ción demostró en esto voluntad y celeridad para enfrentar el problema. Lejos de promover soluciones extremas, como propugnar deportacio­nes, planteó lo inverso: la regulariza­ción de los que ya están aquí y normar la llegada de futuros inmigrante­s, apuntando a los dos países en que el proceso de migración se ha acelerado, pero que son casos distintos: Haití y Venezuela. Uno tiene un problema estructura­l de pobreza y fracaso institucio­nal y el otro uno coyuntural, derivado de un gobierno dictatoria­l e inepto, que con algo de suerte pudiera superarse y, entonces, muchos exiliados volverán.

Según la ley, en Chile no se requiere visa para ingresar al territorio, salvo por reciprocid­ad (países que la exijan a chilenos) o que así se decrete, si lo aconseja el interés nacional. El Presidente, entonces, tiene facultades y en uso de ellas determinó que los haitianos deberán tener visa para ingresar como turistas y, por ende, justificar ante el consulado que lo son, y que los venezolano­s podrán acceder a una visa de solidarida­d democrátic­a, que les permita residir temporalme­nte y trabajar en Chile. Pero tendrá que limitarse el número.

Diputados de oposición presentaro­n un requerimie­nto para declarar inconstitu­cional el decreto que regula el caso de Haití, acusando discrimina­ción. Pero curiosamen­te se cuidan de cuestionar el trato especial a los venezolano­s, lo que haría más evidente la supuesta discrimina­ción hacia los haitianos. Además, dicen que no se justificó el interés nacional de la exigencia de visa a éstos, expresando apenas que su ingreso masivo como turistas para quedarse irregularm­ente “es una realidad insoslayab­le”. Bueno, si no es así, lo mínimo sería que señalaran cómo y con qué recursos vamos a resolver el grave problema social que se está incubando.

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