La Tercera

LA SOCIEDAD FRENTE AL ACOSO SEXUAL

Es una señal positiva que el país esté tomando conciencia sobre esta problemáti­ca y busque actualizar los mecanismos de prevención y sanción.

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Inesperada­mente, el tema del acoso sexual ha adquirido especial protagonis­mo en la discusión pública, lo que ha provocado un amplio debate acerca de una realidad que hasta hace muy poco aparecía relativame­nte invisible. La nutrida cantidad de figuras del mundo de la cultura, la academia y televisión que en el último tiempo han sido denunciada­s por situacione­s de abuso de poder, actos inapropiad­os o incluso por violencia sexual, ha obligado a revisar los protocolos existentes tanto en reparticio­nes públicas como en institucio­nes de educación superior, dejando al descubiert­o que en muchos casos aquellos están desactuali­zados o no existen.

Las numerosas tomas de universida­des por parte de grupos feministas han sido un factor que ha permitido darle amplia visibilida­d al problema del abuso y el acoso sexual, dejando a la vista que se trata de una situación más extendida de lo que se habría pensado. Así, parece ya un hecho que estas problemáti­cas se han instalado como tema de primer orden, y es un paso muy positivo que la sociedad esté tomando conciencia sobre la necesidad de rechazar y sancionar fuertement­e conductas repudiable­s, asimilando que el acoso o el abuso pueden adoptar distintas formas, incluso conductas aparenteme­nte inofensiva­s que han terminado siendo naturaliza­das por la costumbre, como los comentario­s sexistas.

Estudios internacio­nales han mostrado que la realidad del acoso sexual en nuestro país parece estar más extendida de lo que podría pensarse. En algunas mediciones Chile aparece entre los tres países de la región con mayor porcentaje de mujeres que declara haber sido objeto de algún tipo de acoso sexual en el último año. Las cifras de acoso sexual en el lugar de trabajo también han aumentado significat­ivamente en los últimos tres años, otra señal que debe poner en alerta.

Frente a esta realidad, empieza a ser una exigencia ineludible que institucio­nes públicas y privadas actualicen sus protocolos para prevenir y sancionar todo tipo de abuso o acoso sexual, detallando con exactitud las conductas inapropiad­as y creando las instancias que aseguren a las víctimas debido resguardo para formular las denuncias. En ese sentido, es preocupant­e que apenas siete de 60 universida­des cuenten con protocolos activos en esta materia y la mayoría carezca de ellos o contengan definicion­es muy imprecisas.

Los nuevos protocolos, así como deben poner especial cuidado en la protección de la víctima, también deben considerar los resguardos para asegurar una justa defensa de quienes son denunciado­s, ya que las acusacione­s, aun cuando posteriorm­ente se prueben falsas, tienen el potencial de dañar irremediab­lemente la honra de alguien. En ello cabe un rol a la propia sociedad, que debe asegurar el debido proceso hasta que no exista una resolución judicial o administra­tiva que confirme la veracidad de las denuncias.

Y al tratarse de un tema que importa a toda la sociedad, junto con los protocolos institucio­nales también cabría esperar que todos los cuerpos intermedio­s con capacidad de organizars­e -sindicatos, federacion­es de estudiante­s, gremios- a su vez también eduquen y formen a sus asociados para reconocer conductas inapropiad­as y evitar exponerse a ellas.

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