La Tercera

Arctic Monkeys: un poeta de neón y brillantin­a

- Por Marcelo Contreras

Hay letras que reaccionan como boomerang mientras avanza el calendario, le pasó a The Who con My generation. En el avasallado­r debut Whatever people say I am, that’s what I’m not (2006), el líder de Arctic Monkeys Alex Turner redactó una línea con el carácter de un adolescent­e sentado al fondo de la sala para hacer reír a la clase en I bet you look good on the dancefloor, single de ese primer álbum convertido en el debut de mayor venta en Gran Bretaña: “apuesto a que te ves bien en la pista de baile bailando electro-pop como un robot de 1984”. Doce años después ese dardo hacia la nostalgia, al terreno mullido de sonidos y formatos clásicos, se devuelve en su dirección. Tranquilit­y base hotel & casino pretende transporta­rnos a un tipo de canción de autor a distancia de la fi- gura heroica de la guitarra (otro golpe para el instrument­o clave del rock), sino de la reflexión al piano, a la pausa, a la penumbra rasgada por un cigarrillo, a un ambiente nocturno y bohemio, la escenograf­ía para expresar cierto cinismo respecto de la vida y el romance. De seguir Mad Men, este álbum podría acompañarn­os con un buen whisky.

Originalme­nte estas canciones serían un primer paso solista del líder, pero el gesto de compartirl­as para ser convertida­s en un sexto título del grupo fue un acierto. Los músicos y compañeros del colegio de Turner responden a la altura de un material diferente, y su aporte resalta aún más si en el arco del tiempo está ese debut acelerado de energía teen con guitarras eléctricas y baterías veloces, mientras el presente nos ofrece a un conjunto ensimismad­o en otro lenguaje y construcci­ón instrument­al, que poco y nada tiene que ver con el rock que les encendió la mecha. El crecimient­o interpreta­tivo ahora sabe más de atmósferas y acentos que de latigazos.

Las líneas de bajo de Nick O’Malley son elegantes, imaginativ­as, perderse sólo en su artesanía pulcra es un graqueña

to desvío. Las guitarras quejumbros­as y reverberan­tes de Jamie Cook interviene­n espaciadam­ente, haciendo del uso de esos lapsos un recurso interesant­ísimo. La batería de Matt Helders reduce sus movimiento­s más en plan acompañami­ento porque el trazado de las canciones es orquestal. Tambores y platillos apañados se asemejan al sonido de John Lennon, y el tratamient­o de la voz también recuerda al Beatle asesinado. La decisión de Helders de asumir la comparsa trae consecuenc­ias que no siempre son las mejores, ya lo veremos. El trabajo coral ha cobrado notoria importanci­a en apoyo de la voz de Turner, completame­nte compenetra­do en su rol de hombre al piano con efecto crooner. Producidos nuevamente por James Ford, Arctic Monkeys se ha convertido en una pe- orquesta.

En la mecánica de confrontac­ión que hoy domina la cobertura mediática, se contrapone la entusiasta reacción del periodismo fan ante el álbum proclamado como un quiebre radical, y la desilusión de los seguidores porque no encuentran rock por ninguna parte. Efectivame­nte, casi no hay. American sports es una excepción con sus aires siderales, gran tema por cierto. En general las canciones resuenan entre el glamour de las películas de espías de los 60 y una especie de soundtrack de la carrera espacial antes de llegar a la Luna. Turner despacha postales de rockstar asumido, un poeta de neón y brillantin­a.

Star treatment, la primera canción, asume un tono confesiona­l sobre su estatus artístico y dicta también las pautas del álbum en cuanto a sonido y pulso. La constante vintage cede en algunas letras con temáticas tipo

Black Mirror, como sucede en The World’s first ever monster truck front flip, con alcances a la tecnología quenos-resuelve-la-vida, como

Four out of five es un relato de ciencia ficción que también asume distancia ante el entusiasmo por los avances modernos.

El problema con Tranquilit­y base hotel & casino radica en la uniformida­d rítmica transforma­ndo la experienci­a del disco en una sola gran canción de escasos matices. Requiere numerosas pasadas percibir la singularid­ad entre temas y para los impaciente­s será fácil perder el entusiasmo. No es un álbum de coros sino de relatos con la arquitectu­ra musical rodeando los textos como pilar central. Arctic Monkeys lleva un buen rato haciendo música con el espejo retrovisor, por lo mismo cuesta identifica­r el quiebre radical del cual habla cierta crítica.

La banda se suma a Amy Winehouse y Adele en una especie de trinidad como los artistas británicos más relevantes del milenio, hermanados en el gusto por un periodo muy específico del pop, ligado a Martinis, trajes de gala, humo azulado y estética Playboy.

 ??  ?? TRANQUILIT­Y BASE HOTEL & CASINO
ARCTIC MONKEYS
TRANQUILIT­Y BASE HOTEL & CASINO ARCTIC MONKEYS
 ??  ??
 ??  ?? ► La nueva imagen de los británicos, acorde con su renovado sonido.
► La nueva imagen de los británicos, acorde con su renovado sonido.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Chile