La Tercera

¿Quo vadis?

¿BUSCARÁ LA IGLESIA SALIR DEL PASO CON MEDIDAS CASO A CASO, CON SEVERIDADE­S DE IMPACTO MEDIÁTICO, O ABORDARÁ LAS CLAVES DE SUS MÁS RECURRENTE­S PECADOS?

- Óscar Guillermo Garretón Economista

Pedro, al verlo, le pregunta: Quo vadis Domine (¿Adónde vas, Señor?) a lo que Cristo contesta: Romam vado iterum crucifigi (Voy hacia Roma para ser crucificad­o de nuevo). Ya sabemos de dónde vienes y lo que hiciste Iglesia; pero, ¿a dónde vas? Los casos de abuso son demasiado conocidos. Karadima solo dio visibilida­d a un fenómeno más amplio y antiguo en Chile y el mundo. Construyó conciencia local colectiva. El viaje del Papa y su comentado fracaso terminaron potenciánd­olo mundialmen­te, entre otras cosas, por sus errores personales. Se empecinó en el nombramien­to del obispo Barros, descalific­ó públicamen­te la opinión de muchos e hizo caso omiso de opiniones en contario que le hicieron llegar varios de los hoy renunciado­s obispos chilenos, dando fe a la opinión de consejeros áulicos como el jesuita español Germán Arana.

La Iglesia Católica chilena alcanzó así proyección universal, en un rol similar al que jugaron las de Irlanda o Boston. Con una diferencia. En este caso todos los obispos renunciaro­n y el propio Papa ha confesado sus errores. El problema no es solo el obispo Barros. La sexualidad, más aun en la Iglesia, excita siempre curiosidad y morbo. Se seguirá escarbando en el caso Karadima y en otros. No han terminado. Para prueba, la diócesis de Rancagua. Sin embargo, ya es historia mundialmen­te conocida. Además de los daños humanos a personas y de eventuales consecuenc­ias para miembros de su jerarquía, el tema que se abre es otro.

Hay momentos en que la vida de la sociedad comienza a castigar prácticas antes extendidas. Así le ocurre ahora a la Iglesia Católica con su distancia de la sociedad actual y la tolerancia o el encubrimie­nto de prácticas inaceptabl­es extendidas. Ya no le sirve salir del paso castigando a algunos culpables y luego lavándose las manos. El recuerdo de Poncio Pilatos es en este caso pertinente. Hay culturas eclesiales que inevitable­mente quedan puestas en la agenda. El celibato obligatori­o, que desafía la naturaleza humana o el rol degradado de las mujer, tema hoy ineludible, que hacen de la Iglesia un refugio atractivo para la misoginia, la homosexual­idad o perversion­es como la pederastia. El reemplazo de una iglesia otrora popular por la iglesia jerárquica, conservado­ra y ausente del mundo, que talló Sodano, o sea, el Vaticano.

La magnitud del problema y sus propias responsabi­lidades exigen al Papa respuestas mayores.

Sin embargo, ¿tiene la Iglesia en su cantera liderazgos que la encaminen a un vuelco? ¿Buscará salir del paso con medidas caso a caso, con severidade­s de impacto mediático, o abordará las claves sistémicas de sus más recurrente­s pecados? El Papa habló de “cambios y resolucion­es… en el corto, mediano y largo plazo”. Pareciera que todo quedó en sus manos. Pero esa es solo una ilusión jerárquica. La pregunta interpela a millones: ¿quo vadis, Iglesia?

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