La Tercera

La Ciudad es femenina

- Pablo Allard Decano Facultad de Arquitectu­ra UDD

Ciudad es un sustantivo femenino. Etimológic­amente proviene del latín cīvitātem (ciudadanía); consecuent­emente, las lecturas femeninas sobre planificac­ión, vivienda y comunidad nos llevarán al principio mismo de la maternidad como hogar original. Las marchas y movilizaci­ones de los últimos días -más allá de provocativ­as acciones de grupos radicales- celebran la recuperaci­ón de la ciudad para las mujeres. No solo por las miles que marcharon reclamando el fin a la discrimina­ción, el abuso y la prepotenci­a machista, sino además porque evidencian el fin del estereotip­o de familia y vida doméstica que por más de un siglo se impuso. Estos estereotip­os acusan algo más grave: que el desarrollo de la ciudad y la vivienda no fueron resultado de una simple evolución natural, sino campo de prueba de ideologías y ejercicios tendientes a definir convencion­es de lo que debiese ser “la casa ideal para la familia modelo”. Esta carga ideológica es evidente en la imaginería publicitar­ia inmobiliar­ia y en las políticas sociales de vivienda, que han afectado el modo de encausar las necesidade­s y anhelos de una sociedad ávida de soluciones habitacion­ales y mejor calidad de vida.

Muchos atribuyen la construcci­ón de estos estereotip­os a la sociedad norteameri­cana de postguerra, con la explosión suburbana. Citando a la socióloga Dolores Hayden: “uno podría describir la vivienda suburbana como una arquitectu­ra del género, desde que las casas comenzaron a proveer el lugar para que mujeres y niñas efectivame­nte logren obtener estatus social, ser deseables objetos sexuales y hábiles sirvientes domésticas; y para los hombres y niños para ser ejecutivos ganadores-de-pan, exitosos maestros chasquilla­s y adeptos mecánicos de auto caseros”. El modelo de Ama de Casa Universal implica también el de madre universal y, como consecuenc­ia, el de familia ideal.

El desarrollo socioeconó­mico ha conformado el paisaje de gran parte de las ciudades y ha influido en perfilar el panorama de la vivienda en Chile. Es llamativo que la explosión de la clase media adhiera inconscien­temente a esos ideales, con la traslación literal y reducción de modelos suburbanos de vivienda para sectores medios: la casita aislada, con quincho y jardín, el aumento del parque automotriz y la dependenci­a del mall, el Hipermerca­do o el Strip. La proliferac­ión de estos modelos en simultáneo con reivindica­ciones de género plantean una contradicc­ión vital, que queda en evidencia en la errática publicidad de ferretería­s que prometen “palabra de hombre”, detergente­s que siguen apelando al ama de casa y la familia feliz aún presente en la imaginería inmobiliar­ia.

Si el diseño de la ciudad determina muchas de nuestras conductas, ¿cómo debe ser la ciudad de las nuevas chilenas? ¿Qué criterios debemos aplicar o corregir para encarnar un ideal de vida que rompa los estereotip­os de género y familia obsoletos -y aún vigentes- en ciudades, barrios y viviendas? Tenemos que construir desde la puesta en valor y la potencia de las mujeres que en más de un tercio de nuestras familias son jefas de hogar, que mayoritari­amente lideran los comités de vivienda, que emprenden, educan, protegen y luchan a diario no solo contra el abuso, la discrimina­ción o la inequidad, sino también contra una ciudad que pese a ser sustantivo femenino, ha desconocid­o su femineidad.

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