La Tercera

Mensaje presidenci­al revuelto

- Por Carlos Correa Bau Ingeniero civil industrial, MBA.

Si al Presidente Piñera le tocara dar cuenta al país en el día de hoy como se hizo en un largo tiempo, las oficinas en La Moneda estarían dando vueltas en círculos. Siempre, el gobierno, en el primer 21 de Mayo hacía un balance de lo que se encontró, e instalaba su propia agenda, pero en el día de hoy no se podría saber cuál es entre tanto ruido, desaguisad­os de ministros, la ola feminista y la crisis de la Iglesia. Por esta vez, el Presidente se suma, junto con el patrimonio de Valparaíso, a los damnificad­os por el cambio de fecha.

El éxito por contraste ante la retirada desastrosa del gobierno anterior, ya terminó. Contra eso no se puede girar, y el público mirará al gobierno en función de las promesas hechas en esta campaña, y en especial los tiempos mejores que implica un mundo más próspero y un Estado más eficiente.

El gobierno tiene una agenda diluida ante la serie de errores de sus ministros, y en especial ante la ola feminista que ha tomado universida­des, portadas de diarios. A esto se suma la dura carta del Papa que traerá consecuenc­ias mayores para la fe católica en Chile. El gobierno parece espectador y no un actor que pueda articular políticas públicas que le permitan participar en esas conversaci­ones. Las intervenci­ones de la ministra de la Mujer y Equidad de Género, aunque acertadas, contrastan con la calificaci­ón de “pequeñas humillacio­nes” que les dedicó su colega de Educación a las mujeres que protestan en los campus universita­rios. También se ve la derecha más preocupada de los senos de las manifestan­tes que del fondo del problema.

El próximo 1 de junio, la nueva fecha elegida para el mensaje presidenci­al, es la última oportunida­d que tiene Piñera de instalar su relato. Tiene tiempo, pues pareciera que la crispación que describe el Presidente no ha atravesado las capas políticas y no ha dañado la base de popularida­d del gobierno. Buena parte de eso se debe también a la indefinici­ón de la ex Nueva Mayoría, demasiado tironeada por defender el relato de un exgobierno que terminó mal, y la inmadurez del Frente Amplio que, a modo de ejemplo, lleva varias semanas anunciando que va a acusar al fiscal nacional y no logra presentar recurso alguno, o reclama por las políticas de inmigració­n ante el mismo Tribunal Constituci­onal que desprestig­ia en redes sociales.

Manuel Castells dice que las sociedades siempre viven en conflictos que solo se detienen de manera temporal mediante acuerdos que no duran mucho. Los electores de Piñera no necesariam­ente se traducen en partidario­s del gobierno, y por tanto la estrategia de recordarle a la oposición su derrota y sus continuas divisiones no es ganadora en el largo plazo. Por ello, de manera tradiciona­l los gobiernos suben en las encuestas, pues se ve en la televisión un Presidente hablando de acciones concretas. Es el momento del acuerdo temporal que describe Castells y donde puede aparecer el Piñera estadista que incluso podría ocupar el escenario para retar a la derecha y su público duro por no entender la crisis de la Iglesia y la ola feminista.

Será duro el trabajo para los estrategas del discurso del 1 de junio. Además de la propia retórica, que no es una fortaleza del Presidente, tendrá que preocupars­e de maniatar a sus ministros. Por sólido que esté el discurso ante el Congreso, si el ministro de Educación dice en el lobby de salida, ante micrófonos, otra de sus expresione­s, todo puede quedar en el tacho de la basura. Aquí no valen los campeones.

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► Sebastián Piñera en su cuenta pública de 2013, la última de su primer gobierno.

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