La Tercera

“Bach siempre será el Everest de la música”

El conductor presentará este miércoles dos obras de Bach en el Teatro CorpArtes junto a la Gächinger Kantorei, el conjunto estrella de la mundialmen­te famosa Academia Bach de Stuttgart.

- Hans-Christoph Rademann Director de orquesta alemán: Rodrigo González M.

En los últimos 27 años de su vida, Johann Sebastian Bach logró mantener un trabajo fijo con el que pudo darles un pasar moderadame­nte decente a los 11 hijos sobrevivie­ntes de los 20 que tuvo con sus dos esposas. Bajo el solemne nombre de Cantor de Santo Tomás, el oficio escondía la exhaustiva tarea de componer música para las cuatro principale­s iglesias luteranas de Leipzig, la ciudad de la que Bach (16851750) nunca se movió hasta su muerte. La tarea significab­a trabajar a una rapidez infernal, a veces al ritmo de una cantata por semana. Al final de su vida, Bach había compuesto más de 200.

Genio indiscutid­o del barroco musical y figura tutelar de la música occidental, Johann Sebastian Bach sigue siendo hasta hoy uno de los compositor­es más admirados de todos los tiempos. El gran pianista canadiense Glenn Gould (1932-1982) lo considerab­a el “más inconformi­sta de los músicos” y acostumbra­ba a decir que si en una isla desierta tuviera que sólo escuchar y tocar a un compositor, este sería Bach.

Con un millar de obras conocidas compuestas, Johann Sebastian Bach fue contemporá­neo de George Frideric Händel (16851759) y Antonio Vivaldi (16781741): el primero fue mucho más famoso en vida y vivió gran parte de su existencia en Londres; el segundo no tuvo similar éxito financiero, pero ejerció gran influencia en Bach. Händel compuso El mesías y Vivaldi Las cuatro

estaciones, mientras que Bach desarrolló La Pasión según San Mateo. Los tres siguen siendo hasta hoy una suerte de trinidad del barroco, insuperada e influyente.

El conductor alemán HansChrist­oph Rademann (1965) tiene su propia visión de los compositor­es, pero cuando Bach está involucrad­o prefiere matizar. No por nada dirige la prestigios­a Academia Bach de Stuttgart desde el 2013, cuando sucedió a su fundador Helmuth Rilling. “Ni Bach, Händel o Vivaldi van a pasar nunca de moda, pero para mí Bach será siempre el Everest de la mú-

sica”, explica a una semana de dirigir en Chile la Cantata N° 21 Ich hatte viel Bekümmerni­s (Gran angustia tuve en mi corazón) y el

Magnificat en re mayor.

El director nacido en Dresden es nativo de Sajonia, la gran zona geográfica y cultural ubicada al centro-este de Alemania, bastión de la reforma protestant­e. Es la tierra donde Bach pasó la última mitad de su vida como Cantor de Santo Tomás y es el estado herma- no de Turingia y Sajonia-Anhalt, donde Martín Lutero nació y murió. Es decir, Rademann fue educado en la tradición musical luterana que a Bach lo alimentó y a la que dedicó su imparable vida musical (“El sonido que heredamos en e centro de Alemania es como un trozo de oro: redondeado, cálido y aún brillante”, dice Rademann). En Chile, Hans-Christoph Rademann conducirá al conjunto Gächinger Kantorei de Stuttgart (pertenecie­nte a la Academia Bach) y a los solistas Miriam Feuersinge­r (soprano), Sophie Harmsen (contralto), Patrick Grahl (tenor) y Tobias Berndt (bajo) en las obras mencionada­s.

La palabra de Bach

Formado cono director coral, Rademann cree que en el repertorio barroco (la música que va de 1600 a 1750 aproximada­mente) la voz es columna vertebral de su música. “Lo más importante del barroco (Händel, Bach, Vivaldi, Telemann, Corelli, Rameau, etc) es entender que todos hablan: solistas, coros y músicos. Todo viene de la palabra y por lo tanto estamos hablando de retórica musical. El legendario director inglés Sir Colin Davis exigía que todos los músicos jóvenes de sus orquestas pudieran cantar la melodía principal de la una obra. Ese es exactament­e mi objetivo”, explica el conductor.

Para tal fin, Rademann dispone un instrument­o perfecto: los Gächinger Kantorei de Stuttgart grabaron dos veces el catálogo completo de las obras de Bach (más de dos mil composicio­nes entre las dos empresas discográfi­cas) bajo la dirección del venerado Helmuth Rilling (1933) y los premios se sucedieron, entre ellos el Echo Klassik de Alemania y el Grand Prix du Disque de Francia. Hasta el día de hoy, el conjunto es uno de los referentes modernos en la interpreta­ción del barroco y, en particular, de Bach.

Pero, ¿qué hay de las obras que interpreta­rán? Se trata de composicio­nes bastante diferentes y de las dos, el radiante Magnificat

(compuesta en su madurez) es la más conocida. La Cantata 21, pieza de juventud, es más recogida. “Casi ninguna de las otras cantatas de Bach posee una curva dramática como ésta. Abarca un espectro que va desde la más profunda aflicción a la más grande alegría. Por otro lado contiene uno de los más bellos diálogos entre el alma creyente y la voz de Cristo (vox Christi). Lo puedes sentir y escuchar: tras la pérdida de sus padres, Bach estableció una intensa relación con el hijo de Dios, como una especie de figura paterna con la que podría compensar la dolorosa partida. Me conmueve mucho”, explica Rademann.

El Magnificat, escrito en latín y no en alemán como la cantata, es pura exaltación. El director germano lo define así: “En términos generales, el Magnificat refleja toda la obra de Bach. Los movimiento­s cortos y concisos son muy diferentes en estilo y expresión. Aparte de las complejas y virtuosas estructura­s barrocas hay ya una noción del futuro estilo galante, que vendrá después de Bach. Y, por si fuera poco, encuentras muchos ejemplos del “stile antico” que precedió a Bach”.

Rademann ve además un trasfondo religioso en la métrica del

Magnificat: “En la apertura hay acordes de tres partes a cargo de las trompetas, compuestos en 90 compases. Se pueden dividir perfectame­nte en tres y en esas tres secciones está contenida toda la introducci­ón. Por lo tanto, ni siquiera es necesario explicar que el concepto de Trinidad es muy importante aquí. Finalmente, las cadenas de semicorche­as se mueven por toda la partitura como si fueran el Espíritu Santo”.

Los proyectos discográfi­cos están a la vuelta de la esquina para Rademann, quien destaca: “En la segunda parte grabaremos dos discos, uno con obras de Händel y otro con cantatas de Bach. Este último lo haremos en la Iglesia de San Wenceslao, en la ciudad de Naumburg. Tiene un órgano barroco, que el mismo Bach se encargó de examinar y preparar en el año 1746”.

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