LÍMITES DE NUESTRAS CIUDADES
SEÑOR DIRECTOR
En el último tiempo se ha instalado un activo debate acerca de cómo queremos que sean nuestras ciudades, destacándose la movilidad e inclusión social. La fallida licitación del Transantiago terminó por romper el último pilar que sostenía al caricaturizado “busismo”, para traer consigo los aires de la intermodalidad. Por otro lado, la “inmobiliaria popular” de Jadue y las viviendas sociales de Lavín en Vitacura, han reactivado la discusión sobre responsabilidad pública en la provisión de viviendas. Esto parecía olvidado en un país que encontró en el efectivo -y cuestionable- subsidio su solución estrella para solucionar el problema. Todo esto son (muy) buenas noticias. Sin embargo, no será pertinente también cuestionarnos ¿dónde empiezan (y terminan) nuestras ciudades?
Pareciera que las vemos como un tablero donde toman lugar nuestras intenciones, olvidando los procesos que nos permiten vivir en ellas. La construcción es la industria que más desechos produce en las ciudades del mundo. A medida que las construimos, más las contaminamos. Bajo ese contexto, resulta sorprendente que muchas empresas constructoras aún no hayan implementado protocolos tan básicos como la separación de residuos en sus faenas. Además, yendo al marco legal, tampoco encontramos un horizonte más esperanzador. La reciente ley REP se fija más en extender responsabilidades a productores, que a procesos industriales.
Aprovechemos la energía renovadora para impulsar más cambios en nuestras ciudades.
Lo importante aquí no es solo pensar cómo nos movemos y las hacemos más inclusivas, es igual de importante el cómo las construimos, aunque sus efectos nos parezcan invisibles en nuestro día a día.
Juan Pablo Corral
Arquitecto