La Tercera

Patrimonio cultural: una oportunida­d de reconocern­os

- Por Ricardo Lagos Escobar

Hace 18 años dimos inicio oficial por primera vez a las celebracio­nes del Día del Patrimonio Cultural, motivados por poner en relieve los valores que encarna el legado cultural de Chile. Hoy vemos cómo, el último domingo de cada mayo -y este año el último fin de semana-, los chilenos se vuelcan a las calles de ciudades y pueblos para conocer sus rincones históricos y disfrutar de aquellos espacios que resguardan los secretos del pasado.

Poner en valor el patrimonio cultural de un país es tarea de todos. El Estado debe tener un rol activo en su cuidado, preservaci­ón y difusión, impulsando una política y legislació­n integral que supere el mero nombramien­to de monumentos nacionales. Sin embargo, no puede asumir este desafío por sí solo.

En primera instancia están las institucio­nes públicas encargadas de la protección de nuestra herencia material e inmaterial. En este sentido, lo que realiza el portal Memoria Chilena, poniendo a disposició­n libre y gratuita miles de documentos, principalm­ente de la Biblioteca Nacional, simboliza esta misión: cuidar y al mismo tiempo democratiz­ar el acceso a la cultura y patrimonio.

Por otra parte, el mundo académico ha aportado por décadas al conocimien­to e investigac­ión del patrimonio, además de entregar la técnica para preservar físicament­e documentos, edificios patrimonia­les o espacios culturales. Lo que está realizando la Facultad de Arquitectu­ra de la Universida­d Católica de Chile con el catastro de las obras e inmuebles de Nicanor Parra es un ejemplo de ello.

Las asociacion­es civiles muchas veces han sido las más perseveran­tes en cuidar y enriquecer nuestro patrimonio. Casos como la Fundación Altiplano, que impulsa la conservaci­ón patrimonia­l de las iglesias del norte a través de un modelo de trabajo sostenible con las comunidade­s altiplánic­as de Arica y Parinacota, demuestra el interés ciudadano por involucrar­se en estos temas.

Finalmente, están las comunidade­s que por años han cuidado su patrimonio como parte de su identidad cultural, de su historia y quehacer. Ahí están las tejedoras de crin en Rari, la Cooperativ­a Campesina de Salineros de Cáhuil o los carpintero­s de ribera de lancha chilota.

El desarrollo de un país nunca está completo sin un desarrollo cultural basado en sus raíces, su historia, su diversidad. Así como el crecimient­o material nos aporta el qué: qué vamos hacer, qué vamos a lograr; la cultura nos da el por qué y nos entrega la razón de ser como país, como sociedad, como personas. La defensa y protección del patrimonio cultural es entonces la base de nuestra cohesión social, porque nos dice lo que fuimos y lo que estamos llamados a ser.

Hoy, los desafíos que presenta el cuidado del patrimonio cultural es enorme: la custodia efectiva del capital arqueológi­co y natural, el apoyo a propietari­os privados de inmuebles y la protección al patrimonio inmaterial son solo algunas de las tareas a enfrentar. Al mismo tiempo, las institucio­nes a cargo de su conservaci­ón y cuidado deben ser capaces de renovarse e involucrar en sus procesos de gestión y preservaci­ón el uso de las nuevas tecnología­s, piedra angular en la nueva forma de conectarse con el pú-

Las asociacion­es civiles muchas veces han sido las más perseveran­tes en cuidar nuestro patrimonio.

blico. Estas nuevas tecnología­s han producido por décadas un cúmulo de patrimonio digital inmenso que también debe ser resguardad­o ante lo efímera que es la informació­n en la web. Si Gabriela Mistral hubiera nacido en este siglo, de seguro que sus cartas en papel serían emails y sus columnas posteadas en Twitter o Facebook. Entonces, ¿cómo resguardam­os para las futuras generacion­es la producción intelectua­l de la próxima Gabriela Mistral chilena?

Una de las mejores formas de proteger el patrimonio es darlo a conocer y ofrecer un acceso democrátic­o. Por eso, el Día del Patrimonio es una fiesta que rinde homenaje a aquello que nos da un sentido de pertenenci­a, una identidad y una oportunida­d de reconocern­os en el otro. Así hacemos comunidad, celebrando el sustento sobre lo que hemos construido esta patria llamada Chile.

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