El mayor desafío para Colombia
El próximo líder deberá asumir coherencia frente a lo pactado con las Farc.
Las elecciones presidenciales en Colombia ocurrieron en un momento crítico, pues, aunque el gobierno de Juan Manuel Santos haya dejado como principal activo el silencio de fusiles con la guerrilla de las Farc, como pocas veces en la historia reciente, la paz se ha devaluado dramáticamente. El panorama revela enormes complejidades para los siguientes cuatro años, en medio de fuertes tensiones. Iván Duque, heredero de Álvaro Uribe, y Gustavo Petro, de la izquierda antiestablishment, disputarán intensamente la segunda vuelta.
El próximo líder deberá asumir coherencia frente a lo pactado con las Farc, pues la Corte Constitucional protegió la esencia de los acuerdos durante las tres próximas administraciones. Dilema complejo, pues la indignación por los escándalos de impunidad en las Farc crece, y las dificultades para su inserción en la vida política son cada vez más evidentes. En resumidas cuentas, se trata de corregir la política de paz, sin modificar en esencia lo firmado dos años atrás.
El mandatario que resulte elegido deberá responder a las organizaciones criminales que han cooptado los vacíos de poder dejados por las Farc, derivando en una aguda crisis, especialmente en el Catatumbo, cerca de la frontera con Venezuela, y en el Pacífico, la zona más pobre del país, roída por la corrupción rampante, una revigorizada violencia y problemas de infraestructura.
A esto se suma una sociedad polarizada y bajo el constante temor por la expansión de la crisis venezolana e instrumentalizada por algunos políticos. En medio de semejante escenario, el anhelo de reconciliación que todos los candidatos, aunque con distintos acentos reivindica, parece el ideal más difícil de alcanzar, a pesar de constituir la necesidad más apremiante, pues por primera vez en medio siglo Colombia vota sin la violencia de las Farc.