La Tercera

No es lo mismo

SE AGRADECE TOMAR CONCIENCIA DE LA INJUSTICIA DEL TRATO DISCRIMINA­TORIO EN EL SISTEMA PRIVADO DE SALUD, PERO EL PROBLEMA ES LA PRIVATIZAC­IÓN DE LA SEGURIDAD SOCIAL.

- Claudia Sanhueza Economista

Araíz de la reciente ola feminista el gobierno anunció una “Agenda Mujer”. Una de las propuestas es terminar con la discrimina­ción que hacen las Isapres entre hombres y mujeres al cobrarle por sus planes de salud. En palabras del Presidente Piñera “los hombres van a pagar un poco más y las mujeres un poco menos”. Interesant­es palabras. Uno de los problemas, al parecer identifica­do por el gobierno, es que una mujer de la misma edad que un hombre paga precios (primas) más altas por el mismo seguro de salud, o sea por los mismos beneficios. ¿Pero cómo? ¿Acaso no funcionan así los seguros privados? Las compañías de seguro son empresas privadas con fines de lucro. Éstas generan utilidades en la medida que tienen clientes que pagan primas lo más altas posibles, tengan una cobertura lo más limitada posible y los eventos (enfermedad­es) sean los menos posibles. Así, el incentivo es al “descreme”. Eso quiere decir tener como clientes a quienes pueden pagar altas primas y quienes tengan bajo riesgo de enfrentar un evento. Por eso quienes tienen Isapre en Chile son fundamenta­lmente personas de altos ingresos, jóvenes y hombres. Solamente el 20% de la población, 15% de las mujeres. Por eso también se discrimina a las mujeres, porque son clientes más riesgosos: se pueden embarazar. El sistema de salud está “segregado” entre privado y público. Uno con más recursos, empresas con fines de lucro y precios altos. Otro con menos recursos, sin fines de lucro y precios más bajos.

Estamos de acuerdo. Es injusto.

Pero el camino hacia lo justo es distinto. De hecho, una de las principale­s propuestas de la última Comisión de Salud (Comisión Cid) fue avanzar hacia un seguro universal de salud, que sociabilic­e todos los riesgos. Esto es, avanzar hacia un sistema de salud basado en la seguridad social, en la solidarida­d, no en el “descreme”, en la universali­dad, no en la segregació­n. Se trata de que todos y todas contribuya­mos en proporción a nuestras capacidade­s y accedamos en la medida de nuestras necesidade­s. En países con dichos sistemas, como Canadá o Reino Unido, no solo hay más justicia, menos discrimina­ción y más solidarida­d, sino que son más eficientes: más baratos (menor gasto en proporción al PIB) y de mejor calidad (según la OMS). Son sistemas universalm­ente públicos, diseñados para asegurar la atención oportuna y de calidad de todos y todas cuando sea necesario en todo el territorio.

Se agradece tomar conciencia de la injusticia del trato discrimina­torio en el sistema privado, pero el problema es, en realidad, la privatizac­ión de la seguridad social. No nos confundamo­s. No es lo mismo una agenda feminista que una “Agenda Mujer”. El feminismo empuja la responsabi­lidad colectiva por los cuidados de nuestros y nuestras enfermos y enfermas, niños y niñas, adultos y adultas mayores, entre otros. Por lo tanto, lo que se demanda es seguridad social y no privada más regulada.

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