Agenda de género: errores de implementación
El traspié del ministro de Salud dejó al gobierno con su batería de medidas invisibilizadas y abriendo una discusión que no tenía planeada.
Una de las discriminaciones que más les duelen a las mujeres que están en el mercado del trabajo es el costo de los planes de las isapres. Desde el punto de vista estricto financiero, se entiende matemáticamente que tienen mayor riesgo, pero como este se debe a su rol de maternidad, los números hacen aún más cruda la injusticia. Los planes más caros hacen que las mujeres tengan que pagar su propio riesgo de ser madres, como si la concepción fuera algo sin participación masculina. También este alto precio actúa como desincentivo a la incorporación de la mujer al trabajo formal. Suena razonable en una agenda de género corregir esto, y que el costo asociado lo paguen los hombres de mejores ingresos, que tienen, por tanto, planes de mejor calidad en las isapres.
De esa manera, el gobierno puede focalizar sus recursos en las mujeres que están fuera del mercado laboral, que tienen dificultad para entrar a este o lo hacen de manera informal. Pero la sola mención, de manera imprudente por el ministro Santelices, de que dicho subsidio iba a implicar que las isapres iban a tener que subir el precio a los hombres desató el pandemónium. Nadie quiere darles más recursos a las isapres, un gremio que ha hecho grandes esfuerzos para seguir como proveedores exclusivos de los servicios de cobertura de salud y muy pocos para cuidar su reputación corporativa. Y mucho menos, nadie quiere darles más espacio a las mujeres trabajadoras aumentando la rentabilidad de una industria mucho más rentable que otras que proveen servicios públicos.
La maldición de tantas veces en estos pocos meses de gobierno volvió a ocurrir. Ministros que hablan de más echan a perder la foto presidencial. Los esfuerzos desde la Secretaría General de Gobierno para mantener una agenda ordenada no han logrado morigerar esa tendencia de algunos de querer parecer más proactivos e inteligentes de lo que realmente son. En este caso, el ministro Santelices, por querer demostrar sus conocimientos en finanzas, quedó como un de- fensor de las mismas isapres que pocas semanas antes había amenazado con regular.
Esto contrasta con una bien lograda puesta en escena del anuncio de las medidas. Se prefirió un tiro de cámara más tomado de los modelos americanos, donde el Presidente es rodeado en 360 grados por rostros importantes y reconocibles. Para la imagen se dio protagonismo a las dos mujeres mejor valoradas de su entorno: la primera dama y la ministra de la Mujer y Equidad de Género, esta última alabada como estrella por los mismos (y mismas, principalmente) que la ninguneaban hace pocas semanas. Incluso, la gestión comunicacional previa fue exitosa, pues se filtró lo necesario para generar expectativas, pero no todo el guion y así poder sorprender ese día.
En las planificaciones estratégicas se suele diferenciar el fondo de las formas, dándole más importancia a lo primero. Pero en comunicación política no es así, las formas finalmente son las que construyen imagen en los públicos relevantes. Ocupando el lenguaje del expresidente Lagos, los errores de implementación echan a perder la foto. El traspié del ministro de Salud dejó al gobierno con su batería de medidas invisibilizadas y abriendo una discusión que no tenía planeada. No le queda más remedio a La Moneda que ajustar el guion del mensaje presidencial y salir en modo contraofensiva anunciando una gran reforma al sistema de salud previsional que le ponga de una vez por todas el cascabel al tigre dientes de sable.