La Tercera

Agenda de género: errores de implementa­ción

El traspié del ministro de Salud dejó al gobierno con su batería de medidas invisibili­zadas y abriendo una discusión que no tenía planeada.

- Por Carlos Correa Ingeniero Civil Industrial, MBA

Una de las discrimina­ciones que más les duelen a las mujeres que están en el mercado del trabajo es el costo de los planes de las isapres. Desde el punto de vista estricto financiero, se entiende matemática­mente que tienen mayor riesgo, pero como este se debe a su rol de maternidad, los números hacen aún más cruda la injusticia. Los planes más caros hacen que las mujeres tengan que pagar su propio riesgo de ser madres, como si la concepción fuera algo sin participac­ión masculina. También este alto precio actúa como desincenti­vo a la incorporac­ión de la mujer al trabajo formal. Suena razonable en una agenda de género corregir esto, y que el costo asociado lo paguen los hombres de mejores ingresos, que tienen, por tanto, planes de mejor calidad en las isapres.

De esa manera, el gobierno puede focalizar sus recursos en las mujeres que están fuera del mercado laboral, que tienen dificultad para entrar a este o lo hacen de manera informal. Pero la sola mención, de manera imprudente por el ministro Santelices, de que dicho subsidio iba a implicar que las isapres iban a tener que subir el precio a los hombres desató el pandemóniu­m. Nadie quiere darles más recursos a las isapres, un gremio que ha hecho grandes esfuerzos para seguir como proveedore­s exclusivos de los servicios de cobertura de salud y muy pocos para cuidar su reputación corporativ­a. Y mucho menos, nadie quiere darles más espacio a las mujeres trabajador­as aumentando la rentabilid­ad de una industria mucho más rentable que otras que proveen servicios públicos.

La maldición de tantas veces en estos pocos meses de gobierno volvió a ocurrir. Ministros que hablan de más echan a perder la foto presidenci­al. Los esfuerzos desde la Secretaría General de Gobierno para mantener una agenda ordenada no han logrado morigerar esa tendencia de algunos de querer parecer más proactivos e inteligent­es de lo que realmente son. En este caso, el ministro Santelices, por querer demostrar sus conocimien­tos en finanzas, quedó como un de- fensor de las mismas isapres que pocas semanas antes había amenazado con regular.

Esto contrasta con una bien lograda puesta en escena del anuncio de las medidas. Se prefirió un tiro de cámara más tomado de los modelos americanos, donde el Presidente es rodeado en 360 grados por rostros importante­s y reconocibl­es. Para la imagen se dio protagonis­mo a las dos mujeres mejor valoradas de su entorno: la primera dama y la ministra de la Mujer y Equidad de Género, esta última alabada como estrella por los mismos (y mismas, principalm­ente) que la ninguneaba­n hace pocas semanas. Incluso, la gestión comunicaci­onal previa fue exitosa, pues se filtró lo necesario para generar expectativ­as, pero no todo el guion y así poder sorprender ese día.

En las planificac­iones estratégic­as se suele diferencia­r el fondo de las formas, dándole más importanci­a a lo primero. Pero en comunicaci­ón política no es así, las formas finalmente son las que construyen imagen en los públicos relevantes. Ocupando el lenguaje del expresiden­te Lagos, los errores de implementa­ción echan a perder la foto. El traspié del ministro de Salud dejó al gobierno con su batería de medidas invisibili­zadas y abriendo una discusión que no tenía planeada. No le queda más remedio a La Moneda que ajustar el guion del mensaje presidenci­al y salir en modo contraofen­siva anunciando una gran reforma al sistema de salud previsiona­l que le ponga de una vez por todas el cascabel al tigre dientes de sable.

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