La Tercera

“La Universida­d Alberto Hurtado no sacrificar­á la calidad por la inclusión”

Dos meses tiene a partir de ayer la Universida­d Alberto Hurtado para definir si se mantiene en gratuidad o abandona la política de financiami­ento estatal. Su rector adelanta que no será una decisión fácil, ya que las nuevas condicione­s que fija la Ley de

- Michel Nahas

Según cifras oficiales, el 53% de los alumnos que este año ingresó a la Universida­d Alberto Hurtado cuenta con gratuidad, mientras que el 46% del total de su matrícula, que asciende a 6.200 estudiante­s, posee este beneficio. El plantel, vinculado a la Compañía de Jesús, es uno de los 33 que adscribier­on a la nueva política pública, pero también es uno de los más afectados por los coletazos económicos que ha significad­o su implementa­ción en los ya tres años de régimen. Por lo mismo, y ante las nuevas condicione­s que fija la recién promulgada Ley de Educación Superior, el rector, Eduardo Silva, no oculta sus dudas a la hora de ser consultado por la continuida­d de la UAH en la gratuidad.

¿Qué aportes entregará la nueva Ley de Educación Superior?

Los aportes son valiosos: la valoración de la educación como un derecho social que se vuelve asequible gracias a la gratuidad, créditos y becas; el reconocimi­ento de la heterogene­idad del sistema y la provisión mixta; abrir el Cruch a toda universida­d que acredite su complejida­d y cumpla con las ocho exigencias que la ley establece; la dotación de una institucio­nalidad más robusta con la subsecreta­ría y la superinten­dencia, etc. Al mismo tiempo, deberemos ser capaces de superar sus límites al implementa­rla: evitar que las nuevas regulacion­es ahoguen la imprescind­ible autonomía; mejorar los mecanismos de acreditaci­ón y aseguramie­nto de la calidad; impedir que la gratuidad deteriore a las universida­des que se adscriban a ella; financiar la investigac­ión con aportes basales, etc.

La ley establece también nuevas reglas para mantenerse en gratuidad: límite de cobro de arancel para alumnos que no están en gratuidad (quintiles 7°, 8° y 9°), financiar la mantención de aquellos beneficiad­os que superen la duración formal de la carrera, etc. ¿Cómo lo van a enfrentar?

La ley ha sido aprobada; debe ahora ser implementa­da. La implementa­ción exigirá modificaci­ones que la mejoren y hagan viable. Respecto de limitar el cobro de aranceles a los estudiante­s del 7°, 8° y 9° decil, aumenta todavía más el déficit de las universida­des adscritas a gratuidad. Al mismo tiempo, genera mayor diferencia con las universida­des que pueden cobrar lo que quieran, segmentand­o el sistema con universida­des para ricos y otras para pobres, reproducie­ndo lo que actualment­e ya sucede en educación secundaria. La élite económica seguirá reproducié­ndose en esas universida­des. Por esto es clave la comisión que la ley pide para fijar los aranceles regulados. Sabemos que hay una brecha entre ellos y los aranceles reales que amenazan con empobrecer a las universida­des complejas. Quizás los aranceles regulados alcanzan para financiar la docencia, pero no proyectos de investigac­ión. Será necesario complement­arlos con aportes compensato­rios para investigac­ión o con aportes basales.

Respecto de superar el tiempo de la duración de las carreras es un problema académico. Las estadístic­as muestran que la mayor parte de los estudiante­s no concluyen sus estudios en los plazos oficiales (congelan, reprueban algún ramo, se atrasan un semestre). Obligar a los estudiante­s gratuitos a financiar ese atraso o a la universida­d a asumir ese costo no es factible.

La ley da un plazo de 60 días para que las universida­des que hoy están en gratuidad decidan si se mantienen o no. ¿Tienen una decisión al respecto? ¿Les parece un plazo razonable?

La política de gratuidad beneficia a muchos jóvenes talentosos que sin ella no podrían acceder a la educación superior. Pero en su actual estado es inviable tanto para el país (que debe atender también otras urgencias) como para las universida­des complejas (con investigac­ión y doctorados) que se adscriben a ella. La Universida­d Alberto Hurtado no sacrificar­á la calidad por la inclusión, pues hacerlo sería una falsa promesa de inclusión. Creemos que hay todavía mucho espacio para hacer viable la gratuidad (aranceles regulados diferencia­dos, aportes compensato­rios, aportes basales, etc.). Por ahora, confiamos en esas mejoras al implementa­r la ley, y dados los beneficios, una decisión de esta envergadur­a requiere de un trabajo que va mucho más allá de la estimación del impacto financiero. Ingresar, mantenerse o salirse de la gratuidad impacta en el conjunto del proyecto universita­rio y, por ello, requiere de la discusión y participac­ión de toda la comunidad. En ese sentido, 60 días parece un plazo muy breve y poco realista.

¿A cuánto asciende actualment­e el déficit que les ha generado la gratuidad y cómo lo están enfrentado?

Estar adscritos a esta política, nos produce, anualmente, un déficit de aproximada­mente 1.500 millones de pesos. El impacto ha sido mitigado con mayor eficiencia y postergand­o algunos proyectos de desarrollo. En nuestro caso, hemos hecho un gran esfuerzo para asegurar que la calidad no se vea afectada. Sin embargo, la situación actual no puede mantenerse en el mediano y largo plazo. Hay proyectos de desarrollo que pueden ser postergado­s dos o tres años, pero deben ser implementa­dos, de lo contrario, cualquier proyecto universita­rio se ve afectado.

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