La Tercera

Hoja de ruta

ES ACÁ -EN LAS VÍCTIMAS DEL ORDEN SOCIAL, EN LA ARTICULACI­ÓN DEL MÉRITO Y LA SOLIDARIDA­D-, DONDE EL GOBIERNO ENCONTRARÁ UN DISCURSO CONVOCANTE PARA SU COALICIÓN.

- Director de Estudios de la Sociedad

LClaudio Alvarado

a cuenta pública de este viernes es una oportunida­d privilegia­da para que Sebastián Piñera dibuje el horizonte de su segunda presidenci­a. El gobierno acertó al enfrentar temas postergado­s como la migración y, sumando y restando, ha reaccionad­o en forma positiva ante la ola feminista. Pero hasta ahora se trata fundamenta­lmente de eso: de reaccionar. Dicho de otra manera, el Ejecutivo ha tenido serias dificultad­es para controlar la agenda pública e instalar sus prioridade­s. En este cuadro, es inevitable preguntars­e para qué buscan gobernar los sectores de centro y de derecha. A fin de cuentas, ¿en qué consiste el cambio de rumbo que se prometió?

La interrogan­te se vuelve aún más acuciante consideran­do que entre el Piñera candidato y el Piñera presidente hay más de una diferencia. Por razones de diverso tipo, desde el cambio de sexo en menores de edad hasta la gratuidad en la educación superior el gobierno renunció a ofrecer una narrativa propia y distintiva (¿sucederá lo mismo con la adopción?). La retórica republican­a y de los grandes acuerdos no llena ni remotament­e ese vacío. Es una excelente noticia si la comparamos con el tono de la segunda Bachelet, pero resulta muy insuficien­te para articular un proyecto político sustentabl­e en el tiempo.

En este contexto, ciertos actores promueven la liberaliza­ción de la “agenda valórica” (basta leer a Felipe Alessandri en estas mismas páginas el sábado pasado). Nada indica, sin embargo, que ese camino sea el adecuado. Por un lado, no se observan motivos para centrar la acción del gobierno en ejes que dividen al oficialism­o. Por otra parte, ese foco no garantiza la adhesión popular ni mueve la aguja electoral. De hecho, mientras Sebastián Piñera alcanzó una votación histórica sin transar su visión en asuntos como aborto y matrimonio, los emprendimi­entos políticos de Lily Pérez y Andrés Velasco no han sido demasiado exitosos.

Con todo, la principal dificultad de la propuesta “valórica” es su incoherenc­ia con las opciones de relato más pertinente­s para Chile Vamos. Dichas alternativ­as son tomarse en serio la situación e integració­n de los más pobres y vulnerable­s, por un lado, y la vitalidad y el protagonis­mo de la sociedad civil organizada, por otra. Ambas lógicas remiten a principios de justicia que subrayan la interdepen­dencia y la dimensión comunitari­a del ser humano. Nada de esto es consistent­e con la soberanía absoluta e ilimitada del individuo, que conduce a otras prioridade­s e invisibili­za a los más desposeído­s. En vez de los cantos de sirena de ciertas elites, lo que urge es retomar y enfatizar desafíos como el Sename y la clase media protegida. Es acá – en las víctimas del orden social, en la articulaci­ón del mérito y la solidarida­d– donde el gobierno encontrará un discurso convocante para su coalición, fiel a las prioridade­s ciudadanas y apto para hacer frente a la nueva izquierda. No es poco.

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