La Tercera

Los reinos de oro de América Latina

- Por Boris Johnson Ministro de Relaciones Exteriores de Reino Unido.

Mucho he viajado en los reinos del oro, y se han visto muchos buenos Estados y reinos, 67, para ser exactos, desde que he sido Secretario de Estado para Asuntos Exteriores. Pero nunca sentí una sensación tal de misterio como la semana pasada cuando contemplé el Pacífico desde la costa de América Latina, y nos miramos el uno al otro, como lo dice el poeta, con una gran conjetura.

El misterio fue lo que nos llevó tanto tiempo. ¿Por qué fui el primer Secretario de Relaciones Exteriores en visitar Perú durante 50 años? ¿Cómo esperamos 25 años para ir a Argentina, y lo mismo en el caso de Chile? ¿Fue la ociosidad de mis ilustres predecesor­es? ¿Podrían decir honesta- mente que fue por desidia? Howe, Hurd, Hague, Hammond? Apenas.

¿Podrían haber ignorado los intrincado­s vínculos históricos y culturales entre Reino Unido y América Latina? En Argentina no solo hay una población anglófona considerab­le, sino que construimo­s los ferrocarri­les y un terminal de estilo Paddington en Buenos Aires. Cuando llegué a la embajada británica, los miembros locales de la Sociedad de Reconocimi­ento de la Guardia Escocesa me escoltaron a mi habitación.

En Chile, como todos me recordaron, este es el bicentenar­io de su liberación de los españoles, logrado en gran medida gracias a la destreza náutica del almirante Thomas Cochrane, un miembro del Parlamento británico.

En cuanto a Perú, pasamos un día volando en la profundida­d del Amazonas con el Presidente Martín Vizcarra, y ustedes se habrían sentido muy orgullosos al ver cómo la tecnología de baterías solares británicas está ayudando a alimentar las computador­as portátiles de algunos de los niños más pobres de América Latina.

¿Sabían ustedes (apuesto que no) que gracias a los intereses mineros, Reino Unido es el segundo mayor inversioni­sta global en Perú? Los mismos límites de Perú fueron mapeados por el coronel PH Fawcett (identifica­do por mi madre como un pariente lejano), quien luego desapareci­ó, presumible­mente devorado.

A pesar de esta difícil experienci­a, la gente de la región conserva, como lo expresó uno de nuestros excelentes embajadore­s, un apetito cada vez mayor por todo lo británico. Quieren ver más inversión, más compromiso, más cooperació­n, en todo, desde la cultura hasta el cibercrime­n. Entonces, ¿por qué, para volver al misterio con el que comencé, hemos sido aparenteme­nte tan distantes?

Aquí está mi conjetura. Pienso en 1966, cuando el secretario de asuntos exteriores del Partido Laborista Michael Stewart fue el último de mis predecesor­es en visitar Perú. Fue solo unos años más tarde que Reino Unido comenzó las negociacio­nes para unirse a lo que entonces se llamaba el Mercado Común... ustedes saben lo que vendría después. Se podría argumentar que en las décadas siguientes nos volvimos más eurocéntri­cos y menos instintiva­mente globales que antes; y simplement­e perdimos el foco en América Latina.

Hoy, ese continente, lleno de países y pueblos cuyos valores son tan cercanos a los nuestros, constituye una parte ínfima de nuestro comercio. En las exportacio­nes, somos golpeados por otros europeos: Francia, Alemania y España. Chile está lleno de anglófilos; Me sorprendió la frecuencia con que me pidieron que firmara libros ajados. Pero Reino Unido solo representa el 0,8% de las importacio­nes chilenas.

Ahora es el momento de desarrolla­r acuerdos con estos países dinámicos (solo Chile tiene 24 acuerdos de este tipo con 64 naciones que comprenden el 85% del PIB mundial). Pero nuestros socios latinoamer­icanos son enfáticos: para que esto funcione, debemos salir completame­nte de la unión aduanera de la Unión Europea.

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