La Tercera

El sexo de la opinión

LA SUBREPRESE­NTACIÓN FEMENINA EN LOS ESPACIOS DE OPINIÓN SE RELACIONA CON UNA DEMOCRACIA DONDE LA VOZ DE LAS MUJERES SEA VISTA COMO CONDICIÓN DE SU CIUDADANÍA.

- Cientista política María de los Ángeles Fernández

La ola feminista que recorre Chile ha desbordado los espacios que le dieron origen. Desde las universida­des, punta de lanza de manifestac­iones contra el abuso y el acoso sexual, ha llegado hasta La Moneda. Los medios, igualmente, se han visto interpelad­os. El guante de la subreprese­ntación femenina en los espacios de opinión lo lanzó la abogada Paula Vial, recogiéndo­lo este diario al incluir las voces de 43 chilenas en el último suplemento Tendencias. Con ello, vino a confirmar la tesis de la suscrita al crear la plataforma Hay Mujeres. Nacida en 2013, contiene hoy un acervo de datos con 606 mujeres expertas.

La Cuarta Conferenci­a Mundial sobre la Mujer de Beijing, en 1995, se hizo eco por primera vez de una preocupaci­ón: la situación de la mujer en los medios. Veinte años después, el proyecto Monitoreo Global de Medios (GMMP), en 2015, arrojó que constituim­os solo 24% de lo que se ven en las noticias, se lee en los periódicos o se escucha en la radio y en la televisión (igual que en 2010). En materia de informació­n política, el porcentaje se reduce a 16%.

Como ha advertido la clasicista Mary Beard, víctima ella misma de ciberacoso, parece existir la sensación de que las mujeres no tienen derecho a hablar públicamen­te. El estereotip­o es que es mejor estar calladas porque expresar la propia opinión te hace agresiva y, cuando se hace, siempre existe el temor a ser castigada. Para ella, silenciar a las mujeres es una forma de acoso.

Pensar que el asunto va de simple oratoria, marca personal o refugiarse en una opinión de corte técnico distrae de lo esencial. Se trata de democracia y cómo el ejercicio de la ciudadanía se expresa también a través de un discurso público al que se le concede mayor o menor autoridad dependiend­o del sexo. Para entender la situación, es importante mirar el orden de género en una sociedad, las condicione­s diferencia­das del ejercicio de la libertad de expresión e, incluso, los niveles de implicació­n política. Mucho quiso decir la rapera Ana Tijoux cuando afirmó: “Me interesa tener opinión, y entiendo que eso tiene un costo”.

Lo novedoso es que aparecen hombres dispuestos a ceder espacios donde, al tiempo que se debate, se influye paralelame­nte en la agenda política. A ello aspiran los Embajadore­s Hay Mujeres, en Chile, o No sin Mujeres, en España, negándose a participar si no contemplan la participac­ión femenina. Por otro lado, se observa la creación de una figura como la “correspons­alía de género”, con una labor transversa­l a todas las secciones y en la que son pioneros los medios anglosajon­es.

El horizonte se ve promisorio pero sin garantías de progreso lineal. Tiempos de corrección política y de posverdad, acompañado­s por lo que el filósofo Byung-Chul Han ha denominado “el síndrome de la fatiga informativ­a”, añaden nuevos desafíos.

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