La Tercera

La ley de la calle

EL PRESIDENTE PIÑERA TIENE LA OPORTUNIDA­D DE RECUPERAR EL CONTROL DE LA AGENDA CON SU CUENTA PÚBLICA DE MAÑANA. OJALA LA USE.

- Juan Ignacio Brito Periodista

Está demostrado: en Chile, el que grita más fuerte obtiene la atención del gobierno y logra que las autoridade­s se movilicen por su causa. Los que salen a la calle, organizan protestas, tomas o bloqueos obtienen respuesta casi inmediata. El resto, la mayoría silenciosa, debe esperar para que se arreglen el Transantia­go, las listas de espera o la insegurida­d, porque aquí el que no llora no mama.

En cuanto algún grupo organizado exhibe fuerza suficiente para convocar a marchas multitudin­arias, las autoridade­s se apresuran a promover reformas legales, planes de acción, comisiones, cambios a la Constituci­ón, agendas cortas y largas. Poco importan la justicia de la causa promovida o la cercanía que el gobierno de turno tenga con las demandas. Lo verdaderam­ente urgente es aparecer en sintonía con las exigencias de los movimiento­s sociales y “escuchar la voz de la calle”.

Sebastián Piñera pasó por encima de la institucio­nalidad para pedir la cancelació­n de Barrancone­s cuando comenzaron las quejas contra la termoeléct­rica. Michelle Bachelet, que en 2013 retornó a Chile diciendo que le parecía injusta la gratuidad universal para la educación superior, cedió ante la calle y terminó promoviend­o ese “sueño”; la misma Bachelet, que había guardado en un cajón la propuesta de la Comisión Bravo para una reforma previsiona­l, volvió a atender el tema cuando el movimiento No+AFP organizó manifestac­iones masivas. Ahora le toca a Piñera, quien ha hecho pública una agenda de 12 puntos para apaciguar las protestas feministas.

Por angas o por mangas, esto habla mal de nuestras autoridade­s y su liderazgo. Por un lado, podría mostrar que son incapaces de leer la realidad social y están siempre llegando tarde y mal a las demandas ciudadanas. Por otro, podría ser prueba de una debilidad –miedo, incluso— que les hace ceder ante cualquier pulsión popular más o menos masiva.

A lo mejor es una mezcla de ambas posibilida­des. Ello explicaría los bandazos a los que nos acostumbra­n nuestros líderes políticos.

El bien común no queda bien servido cuando las prioridade­s las fijan quienes tienen mayor capacidad de presión. El que grita más fuerte usa su poder para influir en unas autoridade­s atemorizad­as que siempre responderá­n positivame­nte a sus demandas, postergand­o las de aquellos grupos que no saben/pueden organizars­e ni movilizars­e. Así, se da la paradoja de que muchos de estos reclamos, que surgen amparados en una exigencia por igualdad, terminan profundiza­ndo las asimetrías.

Quizás el mejor ejemplo sea la destinació­n de enormes y crecientes recursos a la educación superior, en desmedro de la básica y preescolar. Como la infancia no marcha ni hace tomas, su capacidad de presión es nula.

El Presidente Piñera tiene la oportunida­d de recuperar el control de la agenda con su cuenta pública de mañana. Ojalá la use.

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