La ley de la calle
EL PRESIDENTE PIÑERA TIENE LA OPORTUNIDAD DE RECUPERAR EL CONTROL DE LA AGENDA CON SU CUENTA PÚBLICA DE MAÑANA. OJALA LA USE.
Está demostrado: en Chile, el que grita más fuerte obtiene la atención del gobierno y logra que las autoridades se movilicen por su causa. Los que salen a la calle, organizan protestas, tomas o bloqueos obtienen respuesta casi inmediata. El resto, la mayoría silenciosa, debe esperar para que se arreglen el Transantiago, las listas de espera o la inseguridad, porque aquí el que no llora no mama.
En cuanto algún grupo organizado exhibe fuerza suficiente para convocar a marchas multitudinarias, las autoridades se apresuran a promover reformas legales, planes de acción, comisiones, cambios a la Constitución, agendas cortas y largas. Poco importan la justicia de la causa promovida o la cercanía que el gobierno de turno tenga con las demandas. Lo verdaderamente urgente es aparecer en sintonía con las exigencias de los movimientos sociales y “escuchar la voz de la calle”.
Sebastián Piñera pasó por encima de la institucionalidad para pedir la cancelación de Barrancones cuando comenzaron las quejas contra la termoeléctrica. Michelle Bachelet, que en 2013 retornó a Chile diciendo que le parecía injusta la gratuidad universal para la educación superior, cedió ante la calle y terminó promoviendo ese “sueño”; la misma Bachelet, que había guardado en un cajón la propuesta de la Comisión Bravo para una reforma previsional, volvió a atender el tema cuando el movimiento No+AFP organizó manifestaciones masivas. Ahora le toca a Piñera, quien ha hecho pública una agenda de 12 puntos para apaciguar las protestas feministas.
Por angas o por mangas, esto habla mal de nuestras autoridades y su liderazgo. Por un lado, podría mostrar que son incapaces de leer la realidad social y están siempre llegando tarde y mal a las demandas ciudadanas. Por otro, podría ser prueba de una debilidad –miedo, incluso— que les hace ceder ante cualquier pulsión popular más o menos masiva.
A lo mejor es una mezcla de ambas posibilidades. Ello explicaría los bandazos a los que nos acostumbran nuestros líderes políticos.
El bien común no queda bien servido cuando las prioridades las fijan quienes tienen mayor capacidad de presión. El que grita más fuerte usa su poder para influir en unas autoridades atemorizadas que siempre responderán positivamente a sus demandas, postergando las de aquellos grupos que no saben/pueden organizarse ni movilizarse. Así, se da la paradoja de que muchos de estos reclamos, que surgen amparados en una exigencia por igualdad, terminan profundizando las asimetrías.
Quizás el mejor ejemplo sea la destinación de enormes y crecientes recursos a la educación superior, en desmedro de la básica y preescolar. Como la infancia no marcha ni hace tomas, su capacidad de presión es nula.
El Presidente Piñera tiene la oportunidad de recuperar el control de la agenda con su cuenta pública de mañana. Ojalá la use.