La Tercera

Suenan las Alarmas

- Por Felipe Bianchi Leiton

Tras el amistoso-entrenamie­nto-apuertas-abiertas del otro día ante Rumania, en una cancha amateur donde, me informan, se jugaría mañana un clásico entre solteros y casados del valle de Graz, habría que dividir lo mostrado por la Selección en dos grandes cajones: lo anecdótico y lo estructura­l.

Entre lo menos orgánico quedará en la historia el riesgo y la falta de respeto con el campeón de América que implicó el escenario. Pero también los minutos sumados por jugadores que algún día, a lo mejor, podrían dar que hablar (Valdés como principal ejemplo) y otros pocos que ya están para ser recambio (Paulo Díaz y Lorenzo Reyes). También el aumento de la deuda de Castillo, de Sagal y de Martín Rodríguez, que debieran haber despegado hace rato como alternativ­as pero aún no lo consiguen. Agreguemos en lo momentáneo la desgracia de una derrota que siempre viene pésimo y que pudo evitarse si el cuerpo técnico no hubiera caído, cuando parecía menos lógico, en la vorágine de cambios innecesari­os, lo que terminó por quitarle prestancia al equipo justo en los últimos 20 minutos…cuando Rumania aprovechó de acelerar y cumplir otra vez la “maldición de Drácula” (endilgarno­s un nuevo 3 a 2, como el 82 en Santiago y como el año pasado en Cluj).

¿Lo estructura­l? Esto ya es más serio porque, sumado a los amistosos de marzo ante Suecia y Dinamarca, va marcando la propuesta del nuevo técnico. Con cosas buenas, claro, pero también con otras que generan serias dudas en las que quiero detenerme. Por ejemplo, ha vuelto a quedar clara la necesidad, imperiosa, de solucionar el principal entuerto interno heredado por Rueda. No podemos seguir desperdici­ando una de los pocos capitales (casi escribo capitanes) que hoy mantiene esta selección: ese arquero de nivel mundial que es Claudio Bravo. En su puesto hay uno y nada más que uno, con el respeto de los restantes que están muchos escalones más abajo o son aún meros proyectos. No usar a Bravo es como tener estacionad­o un BMW en la cochera y andar por la ciudad en bicicleta, con todos los riesgos que eso implica. No es un tema menor. Es principalí­simo. Y debieran resolverlo a muy corto plazo entre todos.

Otrosí: con el nuevo esquema se generan algunas áreas de riesgo que encienden las alarmas con fuerza. En un claro 4-2-3-1, donde al menos siete de los once se dedican a labores preferente­mente defensivas, el juego se centraliza en exceso y el volumen de ataque baja a niveles preocupant­es. Más aún si, como el Colo Colo de Tapia, se juega con un solo hombre en punta: Castillo (Paredes), esperando a ver si pasan Sagal o Rodríguez (Valdés o Pinares). Y, como en el caso de los albos, no pasan mucho. Terminan volanteand­o y metiendo centros más que haciendo paredes o desbordand­o en velocidad. El drama es que si a esto se suma que los laterales (Díaz y Vegas, que en rigor son centrales), tampoco suben por doctrina y caracterís­ticas, el uso de las bandas se resiente de manera brutal. Entonces los goles los tienen que hacer Vidal, Reyes o Maripán. Complejo, en caso de ser una decisión tomada y no una mera prueba.

Otro terreno de debate tiene que ver justamente con Díaz, uno de los centrales de mejor juego aéreo, ubicación y salida que han aparecido en los últimos años. Confinado a la banda derecha se pierde. Tal como le pasa a Medel, que en su nueva posición entra menos en contacto con el juego y por lo tanto durante largos minutos anda correteand­o la pelota sin alcanzarla. O recibe de espaldas a sus compañeros de ataque, generando espacios peligrosos. Si parte de los que hemos visto en estos tres partidos (las pocas llegadas, el escaso uso de las bandas, la centraliza­ción del juego, la falta de presión alta arriba) es el resultado de esa apuesta por los grandotes, está siendo una mala apuesta. O al menos una apuesta muy riesgosa si lo que se pierde en calidad de salida no se gana de otro modo. Ya vio lo que hizo Rumania y haría cualquiera: si enfrentas a zagueros altos no metes centros. Punto. Les juegas por abajo. Y los haces ver muy mal y les ganas el duelo. Es bien simple el fútbol. La mejor manera de controlar el juego aéreo del rival (como hicieron siempre Medel y Jara por lo demás) es evitar que te metan centros. No siendo más altos. Dos de los tres goles en Graz, de hecho, nacieron de los problemas de pie (Collao primero y Albornoz después) de los más altos.

Pero además hay un par de temas conectados. ¿Cuándo vuelva Isla perdemos a Díaz? ¿Y dónde podrían integrarse Aránguiz y Vidal? ¿Con Medel al medio pasan a la línea de tres, donde hoy juegan Sagal, Valdés y Rodríguez? Sería perderlos. Y perder, definitiva­mente, sorpresa y volumen de ataque.

Temas estructura­les que ojalá se estén trabajando y no sean un cambio dogmático ya decidido. Porque el resultado hasta aquí es que Chile no se ve bien. O al menos ha pasado a ser un equipo más, del montón. Correctito. Lo que fuimos siempre antes de la revolución. Y esa es una tibieza que no sirve de mucho, como bien sabemos.

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