La Tercera

¡Impresenta­ble!

- Abogado Gonzalo Cordero

NO SE TRATA DE DEFENDER AL SEÑOR PONCE, PERO EN ESTA VERDADERA FARÁNDULA SE OLVIDAN LAS NOCIONES BÁSICAS DE UN ESTADO DEMOCRÁTIC­O DE DERECHO.

El directorio de SQM contrató como asesores a los señores Julio y Eugenio Ponce, por ello fue criticado duramente por el ex vicepresid­ente de Corfo, Eduardo Bitran, por varios parlamenta­rios y por dirigentes políticos de distintos sectores. En un comienzo parecía que esta incorporac­ión era una forma de eludir las obligacion­es que la compañía había adquirido con la Corporació­n de Fomento, un fraude al espíritu de lo acordado, que habría sido la exclusión total del principal accionista y su familia en la administra­ción de la compañía.

Sin embargo, luego se conocieron correos entre los abogados que aclaran que la negociació­n contempló expresamen­te la posibilida­d de una relación de asesoría en el futuro. Pero esto no calmó las voces críticas, especialme­nte de parlamenta­rios que utilizan todo tipo de adjetivos, anuncian comisiones investigad­oras e, incluso, un dirigente político ha dicho que SQM debería nacionaliz­arse.

Hay una sola cosa por la que no expresan ninguna preocupaci­ón: si la decisión es legal o no; como tampoco si ellos son competente­s para fiscalizar el convenio y su cumplimien­to o cuál es la sede para perseguir una eventual infracción, ni menos cuál sería la infracción concreta. Que SQM sea una empresa de capitales privados, cuyos dueños son sus accionista­s, libres administra­dores de su patrimonio, en la medida que lo hagan dentro de la ley y sus obligacion­es contractua­les, es una minucia en la que a nadie -o casi nadie- le interesa detenerse.

Así como he discrepado de los jueces que fallan con criterio de legislador, hoy critico a los legislador­es y políticos en general, que actúan como justiciero­s. Los políticos no están para hacer justicia en casos particular­es; si SQM vulneró la ley, incumplió alguna obligación contractua­l o burló el interés de la Corfo en el convenio, es algo que puede y debe ser conocido en sede judicial.

Ni los políticos, ni la política, están para determinar lo que es “presentabl­e” o “impresenta­ble” en el actuar de los particular­es; las potestades públicas y el poder que conllevan existen para cumplir y hacer cumplir la ley. El resto es propio del debate de ideas, del escrutinio público al que los señores Ponce, la empresa y cualquier persona estamos expuestos, en la medida que exista un interés general. Si algo afecta la reputación y el valor de una compañía, ese es un problema de sus accionista­s; si un minoritari­o se siente injustamen­te afectado, que demande.

No se trata de defender al señor Ponce, sino de llamar la atención sobre el nocivo efecto sobre la política de eso que Guy Debord llamó “la sociedad del espectácul­o”. En esta verdadera farándula se olvidan las nociones básicas de un estado democrátic­o de derecho, en que el poder público se ejerce reglado, en ámbitos de competenci­a y sujeto a responsabi­lidad.

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