La Tercera

Vuelco en España

- Por Álvaro Vargas Llosa

En pocos días, España ha dado un bandazo político. El PSOE, que estaba en la lona y parecía destinado a languidece­r por muchos años, ha propinado un KO a Mariano Rajoy y expulsado del gobierno al Partido Popular, y ha tomado las riendas del país. Todo ello, gracias a una moción de censura propia del sistema parlamenta­rio español.

Pero Pedro Sánchez, el nuevo Presidente del gobierno, ha logrado algo más. Podríamos llamarlo un efecto “carambola”. Hasta hace pocos días, Ciudadanos, formación de tendencia liberal que subía como la espuma en las encuestas y amenazaba el bipartidis­mo, parecía imparable. Ahora, aunque no hay todavía evidencia de que su liderazgo en los sondeos haya amainado, la sensación es que ha quedado algo descolocad­o. Sánchez, que llegó al poder con los votos parlamenta­rios no sólo de su partido sino también de los populistas de derecha (los nacionalis­tas) y los populistas de izquierda (Podemos), tiene bastante asegurada la continuida­d hasta el final de la vigente legislatur­a, es decir 2020. Eso quiere decir que, a menos que quienes votaron por él en el Parlamento le den pronto la espalda, no habrá elecciones hasta dentro de casi dos años, tiempo de sobra para que Sánchez reconstruy­a la base popular del PSOE.

Allí no termina el efecto “carambola”. Además de complicarl­e un poco la vida a Ciudadanos, Sánchez se la hace difícil a los que respaldaro­n su llegada al poder con votos parlamenta­rios. No ha incluido en su gabinete de ministros a Podemos y a los nacionalis­tas, algo que habría provocado un rechazo de gran parte del país y dado alas tanto a Ciudadanos como al desprestig­iado Partido Popular. Ha nombrado a muchos profesiona­les, incluyendo un número muy alto de mujeres, lo que ha sido muy bien recibido, y a socialista­s de corrientes rivales.

Esto, a primera vista, entraña un riesgo, pues bastaría que en una moción de censura contra Sánchez los nacionalis­tas y Podemos se abstuviera­n –o votaran a favor de su expulsión— para que esos votos, sumados a los presumible­s de Ciudadanos y el Partido Popular, truncaran su mandato. Pero él sabe que eso tendría para los nacionalis­tas y Podemos un costo enorme. Es un lujo que ahora no se pueden dar.

En lo inmediato, pues, Sánchez desacelera el torbellino Ciudadanos, deja al Partido Popular con una crisis interna (Rajoy ha renunciado a seguir dirigiendo el partido y se viene una lucha por la sucesión), y mantiene a raya a Podemos y los nacionalis­tas. En el mediano plazo, sin embargo, las cosas son bastante más complicada­s. Para aprobar cualquier cosa en el Congreso de los Diputados necesitará a Podemos y a los nacionalis­tas, con lo cual tendrá que compensar con concesione­s significat­ivas el haberlos marginado del gabinete. En un sistema parlamenta­rio al estilo español, este no es un asunto menor.

La apuesta de Sánchez, por tanto, consiste en labrarse rápidament­e una popularida­d que refuerce su posición negociador­a ante sus aliados incómodos.

El dilema del nuevo Presidente será, más allá de matemática­s parlamenta­rias, la decisión de si hacer un gobierno que continúe (y mejore) la línea de Rajoy, que ha permitido a España una notable recuperaci­ón económica a pesar de que sus reformas fueron insuficien­tes, o hacer el gobierno de izquierda que él quisiera. Esto último podría granjearle simpatías inmediatas pero descarrila­r la economía y por tanto oscurecer su horizonte electoral. Porque su objetivo evidente es que en lo que queda de esta legislatur­a el PSOE renazca de sus cenizas e ingrese a las próximas elecciones como una fuerza invencible... ¿para luego, con un mandato más sólido, emprender la vía populista que lo seduce?

En lo inmediato Sánchez desacelera el torbellino Ciudadanos, deja al PP con una crisis interna y mantiene a raya a Podemos y los nacionalis­tas.

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