Vuelco en España
En pocos días, España ha dado un bandazo político. El PSOE, que estaba en la lona y parecía destinado a languidecer por muchos años, ha propinado un KO a Mariano Rajoy y expulsado del gobierno al Partido Popular, y ha tomado las riendas del país. Todo ello, gracias a una moción de censura propia del sistema parlamentario español.
Pero Pedro Sánchez, el nuevo Presidente del gobierno, ha logrado algo más. Podríamos llamarlo un efecto “carambola”. Hasta hace pocos días, Ciudadanos, formación de tendencia liberal que subía como la espuma en las encuestas y amenazaba el bipartidismo, parecía imparable. Ahora, aunque no hay todavía evidencia de que su liderazgo en los sondeos haya amainado, la sensación es que ha quedado algo descolocado. Sánchez, que llegó al poder con los votos parlamentarios no sólo de su partido sino también de los populistas de derecha (los nacionalistas) y los populistas de izquierda (Podemos), tiene bastante asegurada la continuidad hasta el final de la vigente legislatura, es decir 2020. Eso quiere decir que, a menos que quienes votaron por él en el Parlamento le den pronto la espalda, no habrá elecciones hasta dentro de casi dos años, tiempo de sobra para que Sánchez reconstruya la base popular del PSOE.
Allí no termina el efecto “carambola”. Además de complicarle un poco la vida a Ciudadanos, Sánchez se la hace difícil a los que respaldaron su llegada al poder con votos parlamentarios. No ha incluido en su gabinete de ministros a Podemos y a los nacionalistas, algo que habría provocado un rechazo de gran parte del país y dado alas tanto a Ciudadanos como al desprestigiado Partido Popular. Ha nombrado a muchos profesionales, incluyendo un número muy alto de mujeres, lo que ha sido muy bien recibido, y a socialistas de corrientes rivales.
Esto, a primera vista, entraña un riesgo, pues bastaría que en una moción de censura contra Sánchez los nacionalistas y Podemos se abstuvieran –o votaran a favor de su expulsión— para que esos votos, sumados a los presumibles de Ciudadanos y el Partido Popular, truncaran su mandato. Pero él sabe que eso tendría para los nacionalistas y Podemos un costo enorme. Es un lujo que ahora no se pueden dar.
En lo inmediato, pues, Sánchez desacelera el torbellino Ciudadanos, deja al Partido Popular con una crisis interna (Rajoy ha renunciado a seguir dirigiendo el partido y se viene una lucha por la sucesión), y mantiene a raya a Podemos y los nacionalistas. En el mediano plazo, sin embargo, las cosas son bastante más complicadas. Para aprobar cualquier cosa en el Congreso de los Diputados necesitará a Podemos y a los nacionalistas, con lo cual tendrá que compensar con concesiones significativas el haberlos marginado del gabinete. En un sistema parlamentario al estilo español, este no es un asunto menor.
La apuesta de Sánchez, por tanto, consiste en labrarse rápidamente una popularidad que refuerce su posición negociadora ante sus aliados incómodos.
El dilema del nuevo Presidente será, más allá de matemáticas parlamentarias, la decisión de si hacer un gobierno que continúe (y mejore) la línea de Rajoy, que ha permitido a España una notable recuperación económica a pesar de que sus reformas fueron insuficientes, o hacer el gobierno de izquierda que él quisiera. Esto último podría granjearle simpatías inmediatas pero descarrilar la economía y por tanto oscurecer su horizonte electoral. Porque su objetivo evidente es que en lo que queda de esta legislatura el PSOE renazca de sus cenizas e ingrese a las próximas elecciones como una fuerza invencible... ¿para luego, con un mandato más sólido, emprender la vía populista que lo seduce?
En lo inmediato Sánchez desacelera el torbellino Ciudadanos, deja al PP con una crisis interna y mantiene a raya a Podemos y los nacionalistas.