Y todo por un nombramiento
Quién iba a presumir que la concreción de un acuerdo político- inevitable para reunir un quórum que ningún bloque tiene por sí mismo- terminaría tensionando al máximo las bancadas de oposición del Senado. Sin embargo, más allá de las previsiones ello ocurrió y será el tiempo, las conductas los que determinen los efectos políticos, la transitoriedad o permanencia de los mismos. Intentemos analizar las razones y consecuencias de la decisión sorpresiva y unilateral del Partido Socialista (PS).
El PS ha actuado contra sí mismo al romper el acuerdo establecido para apoyar en el Senado el nombramiento de la abogada externa al Poder Judicial propuesta como ministra por el Presidente de la República. Y lo hizo bajo pre- sión de sus diputados, del PC y del Frente Amplio, lo que deja a muy mal traer la autonomía y la autoridad de los senadores socialistas. Cabe recordar que la fórmula que establece la Constitución para la provisión de cargos en la Corte Suprema no es originaria del texto del ochenta, pues fue una reforma apoyada por el PS, de fines de los noventa, que vino a poner fin a la exclusiva potestad del Ejecutivo. Los argumentos dados por el senador Elizalde, presidente del PS, para justificar el cambio de última hora son débiles y ninguno de ellos constituía un hecho nuevo en relación al momento en que se adoptó el acuerdo, después revocado.
El episodio se explica porque el PS se propuso asumir una posición más bien beligerante ante el gobierno. Se trata de una línea opositora de trinchera. Es evidente que la prioridad política del PS es armar un bloque electoral con el Frente Amplio; eso condicionará todos sus pasos. Lo que más parece preocuparles es acreditarles a los líderes del FA que piensan parecido a ellos y que llegado el momento electoral pueden cruzar apoyos para elegir alcaldes, gobernadores, parlamentarios y el trofeo mayor. A mi juicio, Elizalde lo deja claro en sus últimas entrevistas. Más allá de lo inconducente que resulte la censura que el oficialismo levantó contra la presidenta de la Cámara, merece dudas también el actuar de la máxima autoridad de la Cámara baja en cuanto presume un rol articulador de la oposición al gobierno; más bien la ciudadanía espera una actitud que favorezca la cooperación entre ambos poderes del Estado.
Todos los partidos tienen que precisar con honestidad y transparencia lo que son y lo que quieren representar. Aquello es clave para evitar confusión; afirmar, como lo hace Elizalde, que se necesita un entendimiento desde la DC al FA es creer en una especie de “revoltijo fecundo”; es una manera de razonar presionada por el intento de juntar votos para cuando vengan los días electorales. ¿Juntar votos para qué? ¿Para sostener qué valores, qué ideas?
¿Qué tipo de coalición puede surgir de esas ausencias? Creo que nada muy bueno. En el futuro será necesario pensar en coaliciones que se sostengan en coincidencias reales y no en meras transacciones para distribuir cuotas de poder. La ciudadanía reclama autenticidad y no acuerdos vagos. Los precandidatos presidenciales debieran reflexionar; no hace mucho se pagó un costo por falta de consistencia.
No hay duda que el socialismo puede elegir el derrotero que estime pertinente para sus alianzas electorales y pactos de gobierno, pero la historia reciente de nuestra política da cuenta que la elección del centro para pactar fue virtuosa, no solo le permitió ganar la presidencia con sus militantes, sino, que duda cabe, le dio buen gobierno al país y que se desarrolló como pocas veces en su historia. Bueno sería oír la voz de aquellos que reivindican esa lógica. Muchos estamos expectantes de esa discusión, pues ello importará la forma y modo en que otros partidos vayan definiendo sus propios derroteros para el futuro próximo.