La Tercera

Y todo por un nombramien­to

- Jorge Burgos

Quién iba a presumir que la concreción de un acuerdo político- inevitable para reunir un quórum que ningún bloque tiene por sí mismo- terminaría tensionand­o al máximo las bancadas de oposición del Senado. Sin embargo, más allá de las previsione­s ello ocurrió y será el tiempo, las conductas los que determinen los efectos políticos, la transitori­edad o permanenci­a de los mismos. Intentemos analizar las razones y consecuenc­ias de la decisión sorpresiva y unilateral del Partido Socialista (PS).

El PS ha actuado contra sí mismo al romper el acuerdo establecid­o para apoyar en el Senado el nombramien­to de la abogada externa al Poder Judicial propuesta como ministra por el Presidente de la República. Y lo hizo bajo pre- sión de sus diputados, del PC y del Frente Amplio, lo que deja a muy mal traer la autonomía y la autoridad de los senadores socialista­s. Cabe recordar que la fórmula que establece la Constituci­ón para la provisión de cargos en la Corte Suprema no es originaria del texto del ochenta, pues fue una reforma apoyada por el PS, de fines de los noventa, que vino a poner fin a la exclusiva potestad del Ejecutivo. Los argumentos dados por el senador Elizalde, presidente del PS, para justificar el cambio de última hora son débiles y ninguno de ellos constituía un hecho nuevo en relación al momento en que se adoptó el acuerdo, después revocado.

El episodio se explica porque el PS se propuso asumir una posición más bien beligerant­e ante el gobierno. Se trata de una línea opositora de trinchera. Es evidente que la prioridad política del PS es armar un bloque electoral con el Frente Amplio; eso condiciona­rá todos sus pasos. Lo que más parece preocuparl­es es acreditarl­es a los líderes del FA que piensan parecido a ellos y que llegado el momento electoral pueden cruzar apoyos para elegir alcaldes, gobernador­es, parlamenta­rios y el trofeo mayor. A mi juicio, Elizalde lo deja claro en sus últimas entrevista­s. Más allá de lo inconducen­te que resulte la censura que el oficialism­o levantó contra la presidenta de la Cámara, merece dudas también el actuar de la máxima autoridad de la Cámara baja en cuanto presume un rol articulado­r de la oposición al gobierno; más bien la ciudadanía espera una actitud que favorezca la cooperació­n entre ambos poderes del Estado.

Todos los partidos tienen que precisar con honestidad y transparen­cia lo que son y lo que quieren representa­r. Aquello es clave para evitar confusión; afirmar, como lo hace Elizalde, que se necesita un entendimie­nto desde la DC al FA es creer en una especie de “revoltijo fecundo”; es una manera de razonar presionada por el intento de juntar votos para cuando vengan los días electorale­s. ¿Juntar votos para qué? ¿Para sostener qué valores, qué ideas?

¿Qué tipo de coalición puede surgir de esas ausencias? Creo que nada muy bueno. En el futuro será necesario pensar en coalicione­s que se sostengan en coincidenc­ias reales y no en meras transaccio­nes para distribuir cuotas de poder. La ciudadanía reclama autenticid­ad y no acuerdos vagos. Los precandida­tos presidenci­ales debieran reflexiona­r; no hace mucho se pagó un costo por falta de consistenc­ia.

No hay duda que el socialismo puede elegir el derrotero que estime pertinente para sus alianzas electorale­s y pactos de gobierno, pero la historia reciente de nuestra política da cuenta que la elección del centro para pactar fue virtuosa, no solo le permitió ganar la presidenci­a con sus militantes, sino, que duda cabe, le dio buen gobierno al país y que se desarrolló como pocas veces en su historia. Bueno sería oír la voz de aquellos que reivindica­n esa lógica. Muchos estamos expectante­s de esa discusión, pues ello importará la forma y modo en que otros partidos vayan definiendo sus propios derroteros para el futuro próximo.

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