La Tercera

Críticas al proyecto de crédito estatal

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Luego de la publicació­n del proyecto de ley que crea un nuevo crédito estatal para la educación superior –el Sistema de Financiami­ento Solidario-, se han conocido más detalles respecto a cómo éste operaría. Y naturalmen­te, con ello han ido apareciend­o una serie de críticas y dudas.

Por un lado, han surgido cuestionam­ientos debido a que el nuevo sistema contempla un registro de deudores para coordinar la cobranza, y porque establece que los empleadore­s serán los encargados de retener y pagar al Fisco la cuota correspond­iente a las deudas que mantengan sus trabajador­es. Lo cierto es que estos reproches son infundados, pues ambos son elementos que todo crédito estatal debe tener, y de hecho ésta es precisamen­te una de las razones a favor de sustituir a la banca por el Estado.

Más aún, en Australia -país que creó el primer crédito contingent­e al ingreso que se ha implementa­do, luego de que se decidiera desechar la gratuidadi­ndican como una caracterís­tica clave para que este tipo de sistemas tenga éxito y sea sostenible en el tiempo, el que cuenten con una institucio­nalidad sólida para la cobranza. Ello considera desde la identifica­ción de los deudores, su situación laboral y el cálculo de las cuotas, hasta la cobranza propiament­e tal.

Pero en paralelo, este nuevo crédito ha planteado ciertas dudas que valdría la pena considerar. La principal de ellas tiene que ver con la fijación indirecta de aranceles que produciría la obligación de que las institucio­nes ofrezcan becas o créditos propios para apoyar a los alumnos del 60% de más bajos ingresos en el financiami­ento de la parte del arancel que no cubre el crédito estatal. Si bien ello no es para la totalidad de los estudiante­s, por lo que el perjuicio financiero para la institució­n puede ser acotado, la pregunta es si era necesario imponer una obligación tan fuerte como ésta, entendidos los riesgos que conlleva para el progreso del sistema de educación superior. Aparenteme­nte, el gobierno intentó anticipars­e y evitar un eventual bloqueo de la oposición –con mayoría en el Congreso-, y por ello terminó renunciand­o a dar una batalla que tal vez valía la pena dar.

Ante la riesgosa situación financiera en que se encuentra el sistema de educación superior luego de la aprobación de la gratuidad, es razonable volver a discutir sobre un buen sistema de créditos, que apunte a las soluciones óptimas.

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