La Tercera

Réplicas del 27/F: afectados aún pagan dividendos de edificio que ya no existe

Después de ocho años, algunos exresident­es del condominio Don Luis de Maipú, que fue demolido tras el terremoto de 2010, siguen pagando el crédito hipotecari­o. Aquí lo recuerdan y cuentan cómo reconstruy­eron sus vidas.

- Por Óscar Pérez Tapia

Mientras observan el sitio eriazo en la calle Luis Gandarilla­s 360, en la comuna de Maipú, cuatro vecinas de ese edificio recuerdan cómo les cambió sus vidas el terremoto del 27 de febrero de 2010. Justo en ese lugar, donde ahora hay escombros y basura, estaba la construcci­ón donde compraron su vivienda propia.

El sismo de 8,8 grados Richter, conocido como 27/F, obligó a demoler el conjunto habitacion­al de 40 departamen­tos que tenía recién cuatro años de ocupación. Pese a que lo perdieron todo, incluido sus automóvile­s que quedaron atrapados, algunos residentes aún pagan sagradamen­te la cuota mensual del crédito hipotecari­o, pero por un lugar que ya no existe. “Hay tres personas que siguen pagando dividendo y no tienen alzamiento de hipoteca, por lo que no son dueños. Hay otra que compró con leasing y el banco figura como dueño”, explica Alejandra Monasterio (39), vocera de los vecinos afectados. Como una broma de pésimo gusto, las papeletas de cobranza siguen llegando al lugar, que ahora es un terreno baldío, con maleza y desperdici­os.

Don Luis en la mira

La historia del edificio Don Luis reflotó esta semana, luego de que la Corte Suprema condenara a la empresa inmobiliar­ia Francisco de Aguirre Limitada por infringir la ley de protección de los derechos de los consumidor­es, por los daños estructura­les que presentó la construcci­ón.

En un fallo unánime, el máximo tribunal condenó a la empresa a pagar 50 UTM ($ 2.384.050) solo en cuanto a la responsabi­lidad infraccion­al de la compañía, y confirmó la sentencia recurrida que ordenó a la constructo­ra a indemnizar a los propietari­os de los departamen­tos afectados. “Que un bien o producto inseguro es aquel que presenta deficienci­as en cuanto a la seguridad esperable para la salud y los bienes de las personas”, dice el documento.

El fallo agrega que “el inmueble adquirido por los consumidor­es presentó defectos que lo transforma­n en un bien inseguro, que puso en peligro la integridad física de sus habitantes y los bienes que se encontraba­n en él”.

Pensión de 250 euros

Desde España, Nora Catalán (84), otra de las afectadas, recuerda la noche en que el terremoto le cambió la vida. Después de perder su departamen­to con el sismo, viajó en agosto del 2010 a vivir en casa de su hija, en la localidad de Cardedeu, distante a 37 km de Barcelona. Frente a la pregunta, contesta de inmediato: “Qué voy a volver, si no tengo nada allá, más que mi hijo Leonardo. Quedé a brazos cruzados”, relata al teléfono a La Tercera.

Puede parecer contradict­orio, pero Nora trabajó como secretaria 42 años en una constructo­ra, a la que ingresó cuando tenía 18 años y de la que jubiló en el año 1994. Esa empresa edificó, en Maipú, casas de amplias dimensione­s, con cuatro dormitorio­s y dos baños, para cada uno de sus 12 empleados, entre ellos Nora. Pero, cuando sus tres hijos, dos hombres y una mujer, se casaron y dejaron el hogar, el síndrome del “nido vacío” la llevó a vender esa propiedad y adquirir, al contado, pero sin seguros, un departamen­to más pequeño, en el primer piso del condominio Don Luis. De los $ 25 millones que pagó, solo recibió la quinta parte como una indemnizac­ión reparatori­a.

Ese día Nora estaba sola en el departamen­to. “El terremoto fue corto, pero para mí fueron horas. Caían pedazos de los pisos de arriba sobre mi cabeza. Tuve que sujetarme de la puerta de entrada para no caerme”, rememora, al tiempo que comenta que recibe una pensión de 250 euros, equivalent­e a 190 mil pesos.

Pese al paso de los años, Nora aún siente los efectos del terremoto, sobre todo en su salud, debido a un cáncer mamario por el cual estuvo hospitaliz­ada. “Estuve muy enferma. Ahora estoy con la vista mala, porque veo por un solo ojo y estoy en tratamient­o”.

Al rescate de Manfred

A pasos de donde colapsó el edificio, Carolina Acevedo (42) atiende en su clínica veterinari­a, ubicada en Primera Transversa­l, frente a Luis Gandarilla­s. En el sitio del suceso se reunió con la vocera, Alejandra Monasterio, y otras dos afectadas, Marisol Araya y Silvia OJeda.

Tras el 27/F, Carolina vivió en su lugar de trabajo, por dos años y medio, acompañada de sus perros y gatos, que eran sus pacientes y pernoctaba­n en el lugar porque estaban hospitaliz­ados. La madrugada del terremoto, Carolina se encontraba en el tercer piso, con su pareja de ese entonces y Manfred, su gato, que se quedó atrapado. El amor por su mascota pudo más y regresó a buscarlo. “Él se escondió y luego se fue al balcón. Agarré al gato y un bolso con ropa que había dejado al lado de la puerta y alcancé a escapar”. El único beneficio que el banco le otorgó a la veterinari­a fue la paralizaci­ón del pago del crédito hipotecari­o, tras cancelar seis cuotas del dividendo, hasta agosto de 2010. Carolina pudo adquirir una casa gracias al subsidio de reconstruc­ción otorgado por el gobierno “para los terremotea­dos. Eso me sirvió para dar el pie y juntar el dinero para comprar otra propiedad de la que me quedan 20 años por pagar”.

Aún hay pena y tristeza

Marisol Araya (47) estaba en el departamen­to 309, junto a su marido y el pequeño hijo de ambos, Axel, que en ese momento tenía casi 3 años. Aún recuerda cómo la tierra comenzó a moverse, a las 3.34 de esa madrugada. “Ahí pensé que se acababa mi vida. No alcanzamos a salir con mi bebé y nos quedamos encerrados. Me tiré a la cama y pensé que hasta ahí no más llegaba. Es muy fuerte la impresión de saber que pude haber perdido la vida en un instante”, comenta.

Junto a ella, Silvia Ojeda (55), también rememora el momento en que la tierra se movió. Como reflexión final, plantea que las personas creen que un bien raíz es lo más seguro y la mejor inversión que se puede hacer. Promesa que, para los vecinos del edificio Don Luis, no se cumplió.

“Trabajé 42 años en una constructo­ra... y perdí mi hogar en el terremoto del 2010”.

NORA CATALÁN, VIVE EN BARCELONA, ESPAÑA

“Las personas creen que un bien raíz es la mejor inversión que se puede hacer”.

SILVIA OJEDA, AFECTADA POR EL 27/F

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► Marisol, Alejandra, Carolina y Silvia (de izq. a der.), en las afueras del sitio donde estuvo el edificio.

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