La Tercera

Iván Duque entra en escena

- Por Álvaro Vargas Llosa

Iván Duque acaba de ratificar en España, en su condición de Presidente electo de Colombia, algo que había mencionado en su campaña. Primero, que retirará a su país de Unasur, a la que considera una caja de resonancia de Caracas; segundo, que buscará junto a otros países crear un espacio de asistencia y refugio en la frontera con Venezuela para involucrar a la región en esa crisis humanitari­a; por último, que su gobierno denunciará a Nicolás Maduro ante la Corte Penal Internacio­nal por crímenes contra los ciudadanos de su país y que pedirá a otros gobiernos acompañarl­o.

Me tocó asistir a una reunión con el mandatario electo en la que me llevé la impresión de que va muy en serio. Esto significa que la lucha contra la dictadura está por entrar a una nueva fase en el plano internacio­nal. Lo que hasta ahora eran acciones principist­as pero ineficaces del Grupo de Lima, y actuacione­s del secretario general de la OEA que no bastaban para la suspensión de Venezuela por las complicada­s matemática­s regionales, ahora será una ofensiva democrátic­a en toda la regla que puede tener consecuenc­ias serias para Caracas.

Duque dijo, en público y en privado, que no respaldará una intervenci­ón militar contra Venezuela, poniendo el parche antes de que salte el chupo de alguna bravata chavista. Pero lo que se busca es dar mayor cobertura inter- nacional a quienes en Venezuela se movilizan a favor de la democracia y enviar un mensaje directo al aparato de poder de que ha llegado la hora de optar entre la lealtad a un sistema que los está convirtien­do en cómplices de crímenes internacio­nales o la recuperaci­ón de la democracia.

Mediante la corrupción, el nombramien­to de dos mil generales y la persecució­n (hay cerca de un centenar de militares presos), Maduro ha evitado que un sector castrense le dé la espalda negándose a seguir sosteniend­o la dictadura. Las acciones que piensa emprender Duque podrían debilitar considerab­lemente el asidero que tiene la cúpula chavista sobre las fuerzas armadas y la Guardia Nacional para sus propósitos torvos.

Además, se trata de romper el cerco que ha establecid­o Maduro sobre la crisis humanitari­a que vive su país y atacar así un doble problema: la riada cotidiana de seres que huyen por la frontera en busca de alguna forma de refugio y que Colombia no sabe cómo absorber por sí sola, y la urgente necesidad de alimentos y medicinas de quienes siguen allí adentro y a quienes la comunidad internacio­nal no puede ayudar porque Caracas lo impide.

Le hacía falta a América Latina ideas frescas y más valor para elevar la presión internacio­nal a otro nivel. Duque parece decidido a ser ese líder.

Preveo dos nubarrones en el horizonte. El primero es la actitud de los demás gobiernos de la región. ¿Se atreverán a secundarlo en estas acciones concretas o preferirán quedarse mirándolo desde el balcón? El segundo es el contraataq­ue que diseñarán Maduro y sus aliados de Cuba, con la invalorabl­e colaboraci­ón, directa o indirecta, de Gustavo Petro, el rival de Duque en la segunda vuelta, quien ha anunciado desde ahora una “resistenci­a” contra el nuevo mandatario colombiano, suponemos que agitando calles, movilizand­o sindicatos y utilizando aliados en el sistema jurisdicci­onal.

Maduro tratará, porque así funcionan estos regímenes siempre, que las iniciativa­s de Duque contra la dictadura se conviertan en un problema interno para Colombia. Oí decir a Duque, por cierto, en la reunión a la que asistí, que es plenamente consciente de ello y no se dejará amedrentar.

Duque entra, pues, en escena y todo indica que con fuerte protagonis­mo.

Me tocó asistir a una reunión con el mandatario electo en la que me llevé la impresión de que va muy en serio.

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