La Tercera

La reversible desconfian­za

- Roberto Méndez Escuela de Gobierno UC

Si hemos de creerle a las encuestas, vivimos en un país imposible. La desconfian­za parece invadirnos, implacable, hacia todo: empresas, sindicatos, Iglesia, para no mencionar, Dios nos libre, políticos y partidos. Nada pareciera salvarse del naufragio y la sospecha.

Ante tamaño horror, pocos debieran atreverse a salir de sus casas. Pero en realidad, lo sabemos, nada de eso está ocurriendo.

Por el contrario, observamos que las personas asisten con normalidad a sus trabajos, disfrutan de plazas y parques, respetan las colas, pagan sus deudas y se interesan en los asuntos públicos. Hay algo contradict­orio entre opiniones lapidarias que conviven con una realidad de funcionami­ento relativame­nte normal de las institucio­nes y de la vida en sociedad. La Encuesta Bicentenar­io UC-Adimark dio cuenta de este hecho hace algún tiempo: los datos mostraron que las personas manifiesta­n actitudes muy negativas hacia categorías lejanas (los bancos, las empresas), pero que estas mismas actitudes son sorprenden­temente más positivas cuando se refieren a objetos cercanos (mi banco, la empresa en que trabajo).

¿Cómo podemos odiar a un grupo, pero al mismo tiempo actuar en forma benevolent­e con componente­s individual­es de ese mismo grupo?

La respuesta a esta paradoja apareció en las primeras investigac­iones sobre actitudes sociales, en EE.UU., en la década de 1930. Entonces, tratando de explicar el problema del prejuicio racial, descubrier­on que las actitudes negativas hacia un grupo (ej. “los orientales”) a menudo no eran consistent­es con el comportami­ento hacia personas específica­s de ese mismo grupo (mucho más positivo). Estas investigac­iones, raíz de la psicología social actual, inspiraron el diseño de políticas públicas en décadas siguientes orientadas a combatir el problema candente en la sociedad norteameri­cana de entonces, y que se ha vuelto sorprenden­temente actual: el conflicto racial.

La integració­n racial obligatori­a de los colegios (1954), se basó en estos hallazgos. La teoría fue que en la medida que los niños crecieran juntos, las actitudes entre grupos raciales mejorarían. La investigac­ión posterior demostró que tales expectativ­as fueron correctas, con mejoras significat­ivas en variables como autoestima, actitudes interracia­les y otras.

En Chile, los datos de la paradoja de amor y odio, que con tanta claridad ha mostrado la Encuesta Bicentenar­io, dan una pista de que el problema de desconfian­za puede tener salida. La clave es la misma: acercar lo lejano, integrar lo desintegra­do, dialogar con el extraño. Nada nuevo, por cierto, pero a veces tan polémico, especialme­nte incorporad­o a las políticas públicas.

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