La Tercera

¿Trumposo?

- Manuel Marfán Director del Programa Cieplan-U.de Talca

Confieso mi admiración por muchas cosas de los EE.UU. Ha liderado el planeta durante el período de mayor conocimien­to y prosperida­d en la historia de la humanidad. No es un país perfecto, es cierto. Pero, repito, tiene muchas cosas admirables. Una de ellas es su capacidad de reinventar­se como ocurrió en la Guerra Civil, la Gran Depresión y la globalizac­ión. En cada caso con el liderazgo de grandes estadistas, como lo fueron Lincoln, F. D. Roosevelt y (a regañadien­tes) Reagan. Hasta donde sé, es el único país donde un presidente perdió el cargo por faltar a la verdad (Nixon, 1971). Y es que la Política (así, con mayúscula) ha sido una de las fortalezas casi siempre. Quizás habría que exceptuar el período previo a Roosevelt y el previo a Reagan donde, más allá de las intencione­s, hubo gobiernos que serán olvidados por la historia.

Creo, también, que los gobiernos post-Clinton no han estado a la altura. A G.W. Bush le quedó grande el desafío que implicó el ataque a las torres gemelas, evento que muchos sentimos como un atentado contra los principios universale­s de libertad y tolerancia. También le quedó grande la economía, donde heredó una situación sana y dejó desequilib­rios inéditos en lo fiscal y lo externo. Y la culpa no fue de China, como se nos quiere hacer creer hoy. El Presidente Obama, por su parte, fue incapaz de construir una mayoría parlamenta­ria sólida y sus iniciativa­s más representa­tivas no fueron legisladas, sino establecid­as por decreto presidenci­al. Y así les fue. Trump demoró pocas semanas en deshacer lo andado. La trilogía Bush-Obama-Trump tuvo la lógica de la retroexcav­adora, donde cada uno dio marcha atrás en las iniciativa­s de su predecesor. Como bien sabemos en Chile, así no se progresa.

El caso del Presidente Trump requiere un comentario aparte. Se trata de un personaje recién llegado a la política y su performanc­e ha sido, por decirlo suave, controvert­ida. Sólo en esta última semana dio una entrevista a un medio, y se autodesmin­tió al día siguiente. Fue agresivo con los aliados históricos de EE.UU. y amistoso con Putin. Dijo que Rusia no había intervenid­o en la política norteameri­cana y después dijo que sí había intervenid­o. Y que los medios de comunicaci­ón no hacen bien su trabajo. Las bravatas que le conocemos ¿son en serio o sólo una forma de negociar?

Para utilizar el lenguaje latinoamer­icano, prefiero pensar que es un caudillo. Como lo fue Ibáñez en su segundo gobierno. O como lo fue Francisco Javier Errázuriz, que obtuvo un 15% de la votación en 1990, y fue elegido senador con la primera mayoría después. ¿Y qué fue del Ibañismo? ¿Y qué fue del Errazurism­o? ¿Y qué será del Trumpismo? Ojalá que pase al olvido de la historia, como con los gobiernos débiles que señalamos más arriba. Porque si pasa a la historia no será por algo bueno. Ni para el mundo, ni para EE.UU, ni para nosotros.

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