La Tercera

Saltarse la fila

- Por Carlos Correa Ingeniero Civil Industrial, MBA

Aunque todavía queda madeja judicial por cortar en la empresa Caval, este primer fallo que condena a Compagnon a una pena menor de la solicitada es el inicio del cierre de una de las tragedias políticas más recientes en la historia. Nadie duda a esta altura que significó un quiebre en la confianza profunda que había construido la Presidenta Bachelet con la ciudadanía, incluyendo a quienes no votaron por ella.

La Presidenta tenía un plan claro en su campaña y en su diseño de gobierno. Su gran enemigo era la desigualda­d, como lo declamó en su discurso del primer día de regreso en La Moneda. Y los cambios podían ser posibles, gozaba de una legitimida­d y apoyo político suficiente­s para ello. Había apostado para su gabinete con una renovación política que hacía rechinar a la vieja guardia de los partidos, pero que había demostrado en la campaña suficiente temple para hacerse cargo de la tarea.

También era esperable que en el primer año hubiera dificultad­es con la primera de las reformas. Es así cuando se tocan intereses con políticas públicas audaces, pero la ventaja moral la seguía teniendo La Moneda, hasta el día del caso Caval. La demora de varios días en renunciar por parte del director sociocultu­ral de La Moneda y las operacione­s mediáticas de su esposa hicieron tambalear el inicio del alza en las encuestas que celebraba el gobierno en esos días, después de un año de desgaste por las reformas.

La razón era sencilla, pero profunda. Se hacía difícil de creer para los chilenos que un gobierno estaba contra la desigualda­d si la propia familia presidenci­al se saltaba la fila del banco para obtener un crédito millonario y hacer una pasada inmobiliar­ia llena de sospechas de uso de informació­n privilegia­da. El matrimonio Dávalos Compagnon había logrado mucho más que todas las campañas contra la reforma tributaria: hacer tambalear el propósito del gobierno de igualar oportunida­des.

También ese matrimonio tuvo éxito instalando la desconfian­za en La Moneda. Si se revisa con cuidado la prensa en todo este tiempo se leerá cómo repartiero­n apodos clasistas al ministro del Interior o intentaron arrastrar al lodo del caso Caval a la jefa de gabinete. Probableme­nte, parte de su estrategia política pasaba por considerar que, si dañaban a los cercanos a la Mandataria, obligarían a negociar una solución a sus cuitas legales. Si se habían saltado la fila del banco. ¿Por qué entonces no saltarse la de los tribunales?

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