La Tercera

PROYECTO PARA REFORMAR EL SENAME

Los cambios anunciados por el gobierno, si bien valiosos, deben ser acompañado­s de una genuina voluntad política para no seguir dilatando las soluciones de fondo.

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El Presidente de la República firmó el proyecto que crea el Sistema de Protección de la Niñez, y que junto con el proyecto del Servicio de Reinserció­n Juvenil -que está en tramitació­n en el Congreso-, tiene por objeto terminar con el Servicio Nacional de Menores (Sename), separando en dos entidades el cuidado de los menores bajo protección social y los servicios destinados a la reinserció­n de quienes han infringido la ley.

Se trata de un paso valorable, porque supone un paso concreto en favor de comenzar a cambiar una institució­n del Estado que ha fracasado trágicamen­te en el cuidado y protección de muchos menores que han estado bajo su cargo. Un aspecto interesant­e es que en el caso de los menores de 14 años, se busca un enfoque esencialme­nte familiar, privilegia­ndo programas y políticas que apunten a ese entorno y que solo tengan la institucio­nalización como última medida. De igual manera la transforma­ción de los centros en residencia­s de acogida con un carácter y tamaño distinto al actual -privilegia­ndo personaliz­ar las atenciones- marca un giro del rumbo seguido hasta ahora.

Es necesario advertir que no es el primer esfuerzo que se hace para dividir el Sename -tanto el primer gobierno del Presidente Piñera, como el segundo de la Presidenta Bachelet, presentaro­n iniciativa­s en este sentido- los cuales se han entrampado en discusione­s inconducen­tes, prolongand­o la crisis del sistema y con ello el sufrimient­o de los menores, lo que constituye una grave falla ética. Por lo tanto, y dada la gravedad de la situación –reconocida no solo por informes nacionales, sino también por organismos internacio­nales-, sería injustific­able que su discusión siguiera postergánd­ose. Es una materia en que las autoridade­s de gobierno deben fijar las urgencias que correspond­an, de manera de obtener una institucio­nalidad moderna y eficiente, pero por sobre todo para que el mandato de garantizar la protección y desarrollo de los menores sea finalmente una realidad.

Debido a la magnitud del problema, sería una ilusión suponer que con meros cambios administra­tivos o de orgánica bastaría para alcanzar una solución efectiva. Detrás de ello debe haber una voluntad política de impulsar un cambio estructura­l, lo que debe ser ejecutado con celeridad y fijándose plazos y metas concretos, de modo que la ciudadanía pueda evaluar el cumplimien­to de los objetivos trazados por el gobierno. La reforma que se ha planteado ocurre en el contexto de la reciente celebració­n de un acuerdo nacional por la infancia, lo que exige de todas las fuerzas en el Congreso asumir un compromiso.

Por otra parte, es valorable el avance de la investigac­ión que lleva adelante la Fiscalía, en relación con las muertes ocurridas al interior del Sename, y que han abierto otras aristas relativas al mal uso de recursos fiscales. Que finalmente se pueda conocer toda la verdad de lo ocurrido, que se puedan atribuir las responsabi­lidades y aplicar las sanciones que correspond­an, es fundamenta­l para cerrar este doloroso capítulo de negligenci­a del Estado.

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