La Tercera

Se veía venir

- Académico Universida­d de Talca Mauricio Morales

Anadie tomó por sorpresa el cambio de gabinete del Presidente Piñera. Coincide -eso sí- con el nombramien­to de la Presidenta Bachelet como Alta Comisionad­a de Derechos Humanos de la ONU. Alguien podría pensar que Piñera siempre tuvo a disposició­n la informació­n necesaria para justificar este cambio, pero que buscó el momento oportuno para realizarlo. Qué mejor que hacerlo justo cuando la expresiden­ta es reconocida internacio­nalmente y parece retomar cierto liderazgo dentro de una centroizqu­ierda totalmente acéfala.

Piñera ejecuta este cambio por las razones que todos conocemos. Es decir, ministros sin filtro y con evidentes problemas de incontinen­cia verbal al expresar opiniones personales que -en algunos casosdiero­n pie a un rearme de la oposición. El diseño original del gobierno consistía en intentar por todos los medios de “desparlame­ntarizar” la agenda. Es decir, tratar de gobernar sin necesariam­ente recurrir a un Congreso fragmentad­o y en minoría. Por tanto, era el momento en que los ministros hablaran por el Presidente y, de esa forma, “ejecutiviz­ar” la gestión. Por cierto, existen materias donde inevitable­mente incide el Congreso, pero entre la fragmentac­ión y la mala imagen de los propios parlamenta­rios, el gobierno optaba por sacar lustre a sus figuras más emblemátic­as alejadas de la trifulca legislativ­a. Sin embargo, los resultados no han acompañado. Alfredo Moreno con su código azul ha tenido menos impacto público que las palabras de Varela. En la práctica, los ministros salientes terminaron por opacar las buenas obras del gabinete y carcomer la imagen presidenci­al. Tanto así, que la aprobación presidenci­al está en torno al 45% y la aprobación al gabinete en poco más del 30%. Ni el propio Piñera imaginó -en algún momentosup­erar en popularida­d a su propio equipo, cosa que se le hizo particular­mente esquiva en su primer gobierno.

Este golpe de autoridad de Piñera consigue dos efectos adicionale­s. Primero, mostrarse como un Presidente que puede sacar tarjeta amarilla y que no perdona el siguiente foul, sacando inmediatam­ente la roja. Segundo, que no tiene complejo en realizar enroques y modificar el esquema de juego apenas iniciado el partido. El caso de Marcela Cubillos es el más emblemátic­o. Es conocida por más del 60% de los chilenos y tiene una evaluación positiva cercana al 65%.

Aunque pueda sonar irónico, a Piñera le esperan tiempos mejores. Dado que la debilidad estaba en el área sectorial, lo que resta es reorganiza­r el plan comunicaci­onal del gobierno, amordazand­o a los ministros que se complican frente a los medios, y fortalecie­ndo aquellos con mayor manejo. En una de esas, Piñera hasta saca un candidato presidenci­al de este nuevo gabinete. Es ahí -en parte- donde se juega la sucesión presidenci­al y el proyecto de largo plazo de la centrodere­cha.

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