DEFENSA DE MAURICIO ROJAS
SEÑOR DIRECTOR
En su apasionado intento por exponer la “impecable operación de descrédito y calumnias”, supuestamente orquestada por la izquierda para remover a Mauricio Rojas del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, Mario Vargas Llosa revela con lujo de detalle uno de los problemas persistentes del pensamiento de derecha (al parecer, no sólo chileno). El liberal profeso (el mismo de “esa pregunta yo no te la acepto”) coincide plenamente con Jacqueline van Rysselberghe y los bastiones del pinochetismo en que la izquierda se “nutre del conflicto” y sigue siendo “la misma que contribuyó, con su sectarismo extremista y retórica incendiaria e irreal en los tiempos de Salvador Allende, a destruir la democracia chilena”.
Desde luego, la explicación que ofrece Vargas Llosa conduce al desconcierto: ¿acaso aquí no hay más que un “disparate sin pies ni cabeza” motivado por puro “revanchismo hepático”? Otra posibilidad es que, al declarar que el Museo de la Memoria es un “montaje” y cuenta una “versión falsa” de la historia, Rojas está cuestionando algo. Evidentemente, no los hechos, el horror o la violencia; pero sí la dignidad específica que pertenece a la víctima en cuanto víctima. Gran parte de la derecha –el fenómeno va más allá de Rojas– suele husmear montajes, conflictos y venganzas en la pretensión de dignificar a la víctima. La negativa a tomarse en serio este aspecto del fenómeno marca a Vargas Llosa, muy a su pesar, con el rasgo más distintivo del pinochetismo. Santiago Ortúzar Lyon Investigador del Instituto de Estudios de la Sociedad