La Tercera

Frente ¿Amplio?

- Gonzalo Cordero Abogado

Carisma, talento y novedad son atributos imbatibles en política cuando se dan juntos en una persona o en un grupo, probableme­nte por ello es por lo que el Frente Amplio irrumpió tan fuerte en los últimos cinco años, porque uno puede -como en mi caso- discrepar prácticame­nte en todo con su discurso, pero nadie puede dudar que emergieron con la dupla Boric y Jackson derrochand­o esas cualidades. “Cabros” que se veían honestos, fuera de los convencion­alismos del poder, que no transaban y que empujaban a “los mismos de siempre” fuera de su zona de confort, era lo que proyectaba­n, gracias a lo cual tuvieron espacio y buena acogida en los medios.

Ser solo dos parlamenta­rios tenía una ventaja adicional: estaban en la formalidad del poder, pero seguían siendo una expresión testimonia­l, por lo que les bastaba con asumir posiciones, aunque no requerían de tomar decisiones. El resultado en la primera vuelta presidenci­al y en la elección parlamenta­ria cambió radicalmen­te el escenario, en la Cámara de Diputados ahora son una bancada en forma y, como toda agrupación política de ese tamaño, llegó la diversidad, con las enormes diferencia­s que emergen, con las disputas por el liderazgo y con los proyectos personales que inevitable­mente se expresan. En pocas palabras, carisma sí, pero de unos pocos; talento, menos aún; y novedad, bueno, a estas alturas casi ninguna.

Entre el diputado Raúl Florcita Motuda, que celebra que no hayan ganado la presidenci­al, las críticas permanente­s de Mayol, los incordios con la diputada Jiles y la renuncia parlamenta­ria del diputado Mirosevic, en pocos meses se han convertido en un grupo lleno de querellas, desacuerdo­s acerca de su proyecto y están muy lejos de la imagen esa de “cabros” preparados de antaño.

Todo lo anterior sería perfectame­nte anecdótico si no fuera por una razón: la falta total de liderazgo entre los sucesores de la Nueva Mayoría hace que, con todos sus problemas, ejercen una atracción indiscutib­le y fatal entre los dirigentes de la oposición. A esto se suma que no se ve un candidato de la antigua coalición gobernante capaz de derrotar a los dos o tres que se perfilan claramente entre ellos.

Sin embargo, esa vocación por la pureza que los inspira parece ser el camino a su perdición, ahora que tendrían que hacer honor a su nombre y abrir su espectro buscando la amplitud necesaria para llegar al poder, empiezan a chocar con el mesianismo juvenil que los llama a cambiarlo todo. Al fin y al cabo, aunque sea duro de reconocer y expresión de un cierto cinismo: o se transa o no se gobierna; eso ya lo aprendiero­n otros jóvenes que, en otra época, prometían avanzar sin transar y hoy ocupan sillas en importante­s directorio­s.

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